El papa Benedicto XVI finalizó ayer una histórica visita al Reino Unido, la primera de Estado de un pontífice, en la que hizo su mea culpa más explícito sobre el escándalo de abusos sexuales a menores y advirtió contra una “secularización agresiva”. El acto, celebrado para beatificar a Newman tuvo una especial significación por producirse en medio de un debate en la Iglesia Anglicana sobre la apertura del obispado a las mujeres y sobre sacerdotes homosexuales. La polémica provocó una serie de conversiones al catolicismo, que el Vaticano alentó abiertamente. El viaje tuvo sin embargo diversos signos de reconciliación entre ambas iglesias. Benedicto fue por ejemplo el primer Papa en celebrar una oración conjunta en la Abadía de Westminster con el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, líder mundial de la Iglesia Anglicana. “Cientos de miles de personas pudieron ver al Papa personalmente en la calle, en los principales eventos y por Internet y televisión”, celebró ayer su portavoz, Federico Lombardi, al sacar balance de lo que consideró una “maravillosa visita”. El viaje, sin embargo, también tuvo espacio para la polémica. El sábado, unas 10.000 personas salieron a las calles de Londres para protestar contra la visita y acusar al Papa de ser un “enemigo de la humanidad” y “defensor de pedófilos”. Los escándalos de abusos a menores por parte de sacerdotes en el seno de instituciones católicas se convirtieron en uno de los temas centrales de la visita. Benedicto los describió como “crímenes inefables” durante una misa en la catedral de Westminster, el principal templo católico de Inglaterra, y luego se reunió con cinco víctimas de abusos en un encuentro que Lombardi calificó de “muy emotivo”. En el aspecto político, el Papa mantuvo también audiencias privadas con el primer ministro David Cameron y otros líderes británicos. El Pontífice, de 83 años, fue despedido por Cameron en una breve ceremonia en el aeropuerto donde el premier afirmó que “fueron cuatro días muy emocionantes para el Reino Unido”. “Usted habló a una nación de seis millones de católicos, pero ha sido oído por un país de más de 60 millones de ciudadanos. Ha ofrecido un mensaje no sólo a la Iglesia Católica, sino a cada uno de nosotros, de cada fe y de ninguna”, subrayó el mandatario.
