Cuando sonó la campana para indicarle a los ciclistas que ingresaban en la última vuelta, o sea un poco más del último cuarto de hora de carrera, el que se adelantó sacando ventajas para embalar fue el viento sur.
En un abrir y cerrar de ojos, o como dicen los mexicanos en menos de lo que se rompe el cascarón de un huevo, todo comenzó a volarse. Gorras, papeles, la fuerza con la que arreciaba el meteoro fue tal que muchos se lamentaron por no haber largado la carrera a las 16, como estaba estipulado desde un principio. “Quince minutos antes y no hubiésemos tenido problemas”, repetía constantemente Francisco Gómez, viejo dirigente de la entidad organizadora.
Con el viento como visitante inesperado se trastocaron todos los planes porque la coronación que iba a ser en la plaza debió trasladarse al municipio.
Por el viento se complicó el trabajo de clasificación. Se produjo un corte de energía eléctrica y no se pudo filmar el video de la llegada, por lo que los primeros diez de la carrera se determinaron con el viejo sistema del papelito dado en mano a diez voluntarios clasificadores.