Poner los pies en tierra firme es una sensación casi desconocida para las miles de familias camboyanas que viven en las aldeas flotantes del lago Tonlé Sap, donde el agua es el paisaje y el medio en el que transcurre la vida.
Kompong Luong, situada en la provincia de Pursat, al noroeste del país, es una de las 200 aldeas suspendidas sobre la mayor masa de agua dulce del sudeste asiático. Sus habitantes, vietnamitas en su mayoría, llegaron al asentamiento durante los años ’80, justo después de la caída del régimen del Jemer Rojo, que los había perseguido sin descanso.
"Aquí tienen de todo y sólo se desplazan a tierra firme cuando tienen un compromiso, como un funeral o una boda. También salen del pueblo cuando están muy enfermos y tienen que ir al hospital", explicó Hernán Pinilla, un sacerdote colombiano que oficia misa a los católicos que vive en el pueblo.
"Hace dos meses que no salgo de aquí", dijo el profesor de la escuela, en la que se enseña en lengua jemer y vietnamita. La sociedad de Kompong Luong, instalada a un par de kilómetros de tierra firme, ha adaptado sus costumbres y ritmos vitales a los ciclos del agua, que aumenta y disminuye de nivel a lo largo del año, de acuerdo a los monzones.
En Kompong Luong no falta de nada: Restaurante, tiendas de ropa, de reproductores de DVD o electrodomésticos, karaoke, peluquería, gasolineras, talleres mecánicos, granjas de cerdos, corrales de gallinas, escuela, fábrica de hielo, iglesia, templo budista y otro vietnamita.
Un enjambre de actividad flota en la aldea del Tonlé Sap en torno a estos establecimientos, situados en cuatro calles principales por las que circulan sin cesar todo tipo de embarcaciones. Algunas llevan a los niños a la escuela y otras son tiendas ambulantes que van de casa en casa vendiendo de todo.
Hay vecinos que moran en grandes barcazas convertidas en acogedores hogares con jardines abarrotados de macetas y perros vigía apostados permanentemente en su entrada; mientras que otros habitantes, más modestos, consumen sus días agachados en pequeñas canoas en las que un toldo de paja o un plástico agujereado hacen las veces de techo.
La escasa movilidad de esta vida sobre el agua tiene sus inconvenientes y muchos de los habitantes de Kompong Luong han desarrollado severas lesiones de rodilla y cadera.
"Muchos niños están deseando venir a la iglesia, porque, como es el edificio más grande del pueblo, es el único sitio donde pueden correr y saltar a sus anchas", dijo Pinilla.
