Casi 44 años dirigiendo coros, sin dudas, es todo una vida. Y si esa vida estuvo llena de pasión por la música en cada uno de los miles de minutos que acapara ese tiempo, es impagable. Más aún si cientos de niños y adolescentes pudieron formarse con quien supo conjugar la severidad con la dulzura en este proceso educativo musical. Esta vida es la que eligió Ana María Oro, la misma que a fines del mes pasado hizo su concierto de despedida, pero como decir Adiós no es irse, preparó para hoy un par de Villancicos con el Coro de Niños y Jóvenes que dirige desde 1972. Y eso no es todo, también dejará una importante huella en la Escuela de Música dependiente de la Universidad Nacional de San Juan, ya que a partir del año 2017 volverá a dictarse -después de 40 años-, la carrera de Dirección Coral y Cultura Musical, gracias a las gestiones realizadas por ella, María Inés Graffigna y Adriana Fernández, titular de la Escuela de Música.

Pero eso no será todo, ya que está dispuesta a transmitir toda su experiencia en cursos de formación, apenas obtenga su alta médica (tuvo una complicación neurológica de la cual se está reponiendo).

Ana María tiene 65 años (que no se notan para nada), quizá porque pasó la vida cantando con ‘ángeles’, como ella le llama a sus chicos, quienes el fin de semana pasado la acompañaron a Rodeo a realizar una convivencia a modo de despedida de este ciclo que termina para ella. Claro que la visita no podía dejar de incluir un concierto en la Capilla de Santo Domingo que está a cargo del párroco Alejandro Gallardo, quien fue en su niñez integrante del coro de Ana María.

Lógicamente que pasaron tantos pequeños cantores que tras la despedida con el concierto titulado ‘Gracias’, que realizó en el Auditorio el pasado 28 de noviembre, recibió mails desde Canadá, Italia, Paraguay, Chile, Estados Unidos, y provincias de Argentina, de muchos de los ex coreutas. ‘He archivado todo, porque sentí una profunda emoción que tantas personas -ahora adultas-, me recordaran con tanto cariño. Algo similar me pasó en el último concierto que preparé exclusivamente para agradecer a todas las personas que han hecho tanto por mi y por el coro a lo largo de estos años’.

La vida musical de Ana María comenzó desde muy pequeña, tanto que a los 5 años su papá ya le había comprado un piano. Fue a varios profesores hasta que llegó al Conservatorio que dirigía Elsa Doña, y fue su hermana Nilda Doña, quien a los 17 años le sugirió que se probara en la Agrupación Coral Sanjuanina. Hasta entonces ella estaba segura que no podía cantar, al menos en ese nivel. Tanto insistió Nilda que para darle el gusto fue y quedó. ‘A los seis meses ya estaba enamorada de cantar’, indica emocionada.

Desde niña también estudió inglés y danzas clásicas. ‘Todo esa formación me sirvió, inglés terminé en un instituto y si bien danzas no continúe me sirvió mucho para la gestualidad en la dirección coral, fue una parte importante de mi formación y gracias a Dios tuve la oportunidad de agradecérselo a Nebita Alladio antes de su fallecimiento’.

Sus éxitos

Se puede decir, sin miedo al error, que su vida dedicada a la actividad coral fue exitosa desde un comienzo. Apenas se recibió de Profesora de Dirección Coral y Cultura Musical, el maestro Juan Petracchini, le propuso dirigir el Coro de Niños y Jóvenes del Centro de Creación Artística Coral de la FFHA de la UNSJ, algo impensado por ella. Sólo prometió probar un par de meses y pasaron casi 44 años (se cumplirán en marzo).

Al poco tiempo realizó una gira por América que incluyó Colombia, Méjico, Perú, entre otros. Ni hablar de la selección de coros que realizó Estados Unidos de los cinco continentes, con expertos que llegaron a analizar coro por coro de niños y terminó seleccionado el de San Juan y uno de Brasil. La convocatoria incluyó cantar en diferentes Estados del país del Norte.

También se pueden mencionar las giras por Chile, pero sobre todo una en la que fueron seleccionados como ‘Embajadores de la Paz’, en el año 1979 durante el conflicto con Chile por el Canal de Beagle. ‘Cantamos ante más de 5 mil niños chilenos que concurrieron al Templo de Maipú en Chile. María Daniela Bustos, una de las integrantes de ese entonces se abrazó con un nena chilena como un símbolo de la paz. Fue realmente hermoso’, cuenta Ana María con la misma emoción con la que recuerda cada detalle de su vida.

El logró más grande alcanzado, sin lugar a dudas, fue el Grand Prix para el Coro de Niños en el II Concurso Internacional de Música de Grecia. De todos modos, si hay algo que Ana María valora profundamente es haber actuado en geriátricos, hospital de niños; correo central, calles céntricas, reparticiones públicas, en conciertos solidarios y en todos los departamentos de San Juan.

Llegó a brindar hasta 38 conciertos anuales, con un promedio de 20 conciertos por año en toda su trayectoria.

Una vida repleta de emociones, de recuerdos y de niños a los que no sólo inculcó el amor por la música, sino valores de vida que nunca olvidarán.