Londres, 29 de abril.- Tras una ceremonia religiosa que duró una hora, la pareja salió de la Abadía de Westminster y comenzó el viaje en una carroza al descubierto hacia el Palacio de Buckingham. Ella, con un velo y pequeña tiara, eligió un vestido blanco con mangas de encaje y larga cola. El lleva el uniforme rojo y negro de coronel de la Guardia Irlandesa del ejército británico.
El momento tan esperado por la prensa mundial y los fanáticos de la realeza llegó a su punto culminante cuando el príncipe William, segundo en la línea de sucesión a la corona británica, y una cándida Kate Middleton, dieron el “sí quiero” en la Abadía de Westminster y se convirtieron en marido y mujer tras una ceremonia religiosa que duró cerca de una hora y fue televisada para una audiencia que se calcula en 2.000 millones de personas.
Al finalizar la ceremonia, la pareja salió por el largo corredor de la Abadía de Westminster -que tuvo un decorado espectacular, ya que se instalaron cuatro toneladas de flores, incluidos ocho grandes árboles- y se subió a una carroza descubierta en la cual recorrió las calles de Londres hasta llegar al Palacio de Buckingham.
Ya más descontracturada que durante la ceremonia, una Kate sonriente se paseó por las calles de Londres. El ambiente que reinó durante el recorrido fue deemoción y mucha ansiedad. La gente saludó y aplaudió a la pareja real cuando pasó frente a ellos.
La novia eligió un vestido blanco con mangas de encaje y larga cola. El príncipe Guillermo la esperó durante 45 minutos. El novio, de 28 años, lleva el uniforme escarlata de la Guardia Irlandesa, una banda azul, las "alas" de la Real Fuerza Aérea y la medalla de oro del jubileo. Hace minutos arribó la reina Isabel II.
Catherine, según dictaminó la Casa Real que deberá ser llamada la nueva integrante de la realeza, ingresó del brazo de su padre minutos después de las siete de la mañana (hora argentina). Caminó deslumbrante hacia el altar con la melodía “I was glad”, de Charles Parry, con un vestido diseñado por la sucesora de Alexander McQueen, Sarah Burton. El príncipe William, que la había esperado 45 minutos en el altar, se veía sonriente en su inconfundible uniforme rojo y negro de coronel de la Guardia Irlandesa del ejército británico.
La Abadía –que tiene un decorado espectacular, ya que se han instalado cuatro toneladas de flores, incluidos ocho grandes árboles, para crear el efecto de que tanto los invitados como los novios caminan a través de una frondosa "avenida natural"- está repleta de invitados, entre ellos celebridades, como el futbolista David Beckham y su esposa Victoria, el músico Elton John y su esposo, así como dirigentes políticos y amigos de la pareja. La reina Sofía de España, los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia, y los príncipes de Holanda, Guillermo y Máxima, ocupan lugares de honor.
En las primeras filas está la familia real británica, encabezada por la abuela del novio, la reina Isabel II, que ve en esta boda una oportunidad de dar aires más modernos a la monarquía, 30 años después de la de Carlos y Diana. Frente a la soberana y al príncipe Carlos se sentaron los padres de Kate, Michael y Carole, ex empleados de British Airways reconvertidos en millonarios empresarios.
Ya casada con el príncipe, Kate se convierte en duquesa de Cambridge, el título de nobleza que eligió darle la reina Isabel II. También llevará los motes de condesa de Strathearn y baronesa de Carrickfergus. Por su parte, William adquiere los títulos de conde de Strathearn y barón de Carrickfergus.
Pese a que el cielo amaneció gris en Londres, en las calles el ambiente es de emoción y mucha ansiedad. Mucha gente canta, grita y aplaude a la espera de que la pareja real pase frente a ellos en la recorrida que harán tras la ceremonia hasta el Palacio de Buckingham en la carroza al descubierto State Landau, a pesar de la amenaza de lluvia.
