Estar nominado al Oscar ya era importante, es cierto. Pero ganar es otra cosa. Y de eso ya sabe El secreto de sus ojos, que ayer a la 1.15 entró en la historia del séptimo arte. ¿O acaso quién se acuerda de los que compitieron el año pasado en el rubro Mejor Película Extranjera?. En cine, y en un apartado como éste -muchísimo menos popular que el de Mejor Película, Actor o Director; por ejemplo, donde sus archifamosos stars y títulos brillan mucho antes y después de pisar la alfombra roja- es el ganador el que importa. Y no sólo por el orgullo, sino (¿sobre todo?) por el despegue que implica y que hay que saber aprovechar. Ese entramado de esfuerzo, ilusiones y ansiedades que se nombra tras la clásica frase "And the winner is…" es el que se alza -por ende- con un buen número de beneficios potenciales, de esos que sólo depara la mayor gala de cine del mundo. Y ahí el "quis" de la cuestión. Ganar es oficializar un prestigio y una chapa que entonces se traduce en réditos económicos varios, tal como atestiguan los más de 80 años de historia de esta premiación (ver aparte). Desde la posibilidad de aterrizar en mercados antes impensados, hasta un mejor cachet para realizadores y protagonistas, todo esto es probable con el dorado premio en la mano. La italiana La vida es bella (1999) es apenas un botón de muestra.
A nivel país, por ejemplo, el cartelito "Ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera" significará seguramente el relanzamiento de la cinta, que ya había corrido con gloria hasta este momento. Imagine ahora. El que no la vio querrá verla y el que la vio, volverla a ver. Esto sin contar la salida en DVD, los alquileres en alza y hasta la venta para la TV. Una proyección de
Es que la
Popularidad in crescendo, nada raro sería entonces que otros realizadores o productores de prestigio internacional pongan sus ojos en los hacedores del film argento para hacerles
Más fama dentro y fuera de las fronteras, prestigio, propuestas…. una combinación ideal para hacer subir otra de las variables en juego:
En mayor o menor grado, tanto a nivel producto como a escala individual, una nueva etapa se abre para El Secreto de sus ojos. Sin dudas. Y, de rebote, tal vez impacte algo en el cine argentino en general, al que este logro podría servirle para que algunos popes reparen en la industria nacional, que no carece de talentos (pero sí de dinero). Aunque dicen los que saben, que Hollywood -si bien con la mente más abierta que otrora, tal vez por necesidad- aún no ha dejado de mirarse el ombligo y que más allá de su "cuota de federalismo" seguirá mimando a su "starsystem", ese que alimenta su espíritu… y su propio bolsillo.
