Le dicen “El Distinto”. Un apodo que va a contramano de su forma de ser sencilla, correcta, aplicado y sobre todo un luchador de la vida como ocurre con la mayoría de los boxeadores, que encuentran en la piñas arriba del ring la forma de ganarse un porvenir que el destino les negó en otros ámbitos más “dóciles”. Lo apodan así en el pugilismo porque es de la escuela de “pegar y no dejarse pegar”, donde un tal Nicolino Locche era el mejor alumno. Claro, al mendocino le decían “El Intocable”. Se trata de César René Cuenca, quien hace poco menos de una semana dejó de lado todos los desaires posibles de las principales entidades mundiales del boxeo para, por fin y a sus 34 años, colocarse el cinturón de campeón mundial en la cintura. Es el cetro de la FIB dentro de la categoría superligero y que le llegó luego de tres eliminatorias desde 2009 que ganó todas (de hecho está invicto en 48 combates, con apenas 2 nocauts), aunque debió esperar hasta el sábado anterior cuando venció por puntos en China, al local, Ik Yang. En una entrevista concedida al diario La Nación habló de su duro camino al título. Imperdible…
-¿Después de tanto ninguneo pensante en abandonar?
-Sí, mil veces. Cada pelea que se caía o rumor que no se concretaba me deprimía. La situación económica se había vuelto insostenible. Por suerte me tocó una esposa de oro, capaz de laburar 14 horas seguidas para que yo siga en esto. A los que no confiaron en mí, hoy se los tragó la tierra. Algunos asumieron su error y se animaron a felicitarme. Otros prefieren ignorarme.
-¿A quién te referís?
-Al presidente de la Organización Mundial de Boxeo, Francisco Valcarcel. Ese hombre se portó muy mal. Y la Federación Argentina también se portó muy mal. Nunca me apoyaron. Acá está el resultado: soy campeón del mundo pese a todo.
-¿Cómo te sentís siendo campeón mundial tras tanto sacrificio?
-Me saqué un peso enorme de mi espalda. Tenía miedo de ser un campeón sin corona. Por suerte el sacrificio me dio el premio. Muchas noches pensé que ése día nunca llegaría. Cuando el anunciador nombró Santa Brígida, mi barrio, el cuerpo se me prendió fuego y se vinieron a la mente Gabriela, mi mujer, mi viejo y mi hija Rocío (tiene 13 años).
-¿Qué fue lo más raro que hiciste para que te den una chance?
-La desesperación era tan grande que cuando se rumoreó que podía pelear con Juan Manuel Márquez, lo llamé por teléfono una semana seguida. Fue en vano: cuando me atendió, me dijo que no.

