Alberto Ontiveros ya volvió a San Juan, luego de extender su invicto en el Rally Dakar, al que completó por tercera vez. Si bien no alcanzó el objetivo de estar entre los 35 mejores de la clasificación general de las motos debido a la rotura de dos motores en la primera semana de competencia, que incluyó ser remolcado casi 300 kilómetros en el segundo caso, el ‘Puchi’ afirmó que “todas las sensaciones son muy positivas. Falta tiempo para verlo de lejos pero fue muy bueno el feedback con la gente. Íbamos pensando en un objetivo deportivo y pasó a un tema humano. Se disfruta y deja un mensaje”.
-¿Cuál fue el principal?
-Cuando existe un problema grave, aparece una persona para darte una mano y uno tiene que saber aprovechar esa oportunidad. Cuando se rompió el segundo motor, Pablo Bustamante se ofreció a remolcarme casi 300 kilómetros, es un amigo de fierro y evitó que abandone. Y lo aproveché para salir adelante.
-Ya dijiste antes que el Dakar te deja como enseñanza el saber sobreponerse…
-Sí, es algo que voy redescubriendo en cada año.
-Ahora destacaste el contacto con la gente también.
– En San Juan me quedó un recuerdo que quizás sea lo más importante de toda mi vida deportiva, por el aliento. Si bien venía concentrado pude disfrutar de la gente y con ella. En El Salado, en una recta, pasé de segunda a sexta a fondo, acelerando con una mano y saludando con la otra. Tengo grabada la imagen de la gente levantándose y gritando. El aliento era muy fuerte a pesar del ruido del motor.
-El día remolcado por Bustamante tampoco olvidarás…
-Durante el viaje, dos o tres veces le propuse que me dejara. Si nos caímos en la parte más baja y luego comenzaba un camino de cornisa con una gran inclinación, era muy riesgoso. Cuando nos alcanzaron los camiones y nos pasaban al lado a más de 100 kilómetros por hora, con el precipicio al lado, dejando después tanto polvo que no se veía nada.
Los sectores de piso blando, que se trababa la rueda de la moto, yo caía contra el cuatri y después la moto encima. Después del atardecer, con lluvia y muchísimo frío. Ahí repetí lo del año pasado. Cuando vimos gente, nos paramos un rato y me metí en un auto para calentarme un poco.
-Sos abonado a la solidaridad del pueblo boliviano…
-Eso no fue todo. En otro momento a Bustamante se le cayó la torre de navegación y después encontramos a una familia, que tenían una bolsa llena de bulones. Es increíble todo lo que te encontrás. Cuando empezó el remolque, pedí prestada sin que lo supiera a la policía una soga sintética muy firme. No la podía cortar y apareció una persona con una sevillana. A la soga la devolví en el vivac en Uyuni.
-Me imagino la felicidad cuando terminó el especial.
-El enlace fue también muy complicado. Eran 40 kilómetros de un camino en pésimo estado. El cansancio, una noche sin luna. Yo no tenía luz en la moto. Eso sí, en la última parte, una camioneta de la organización iba cerca nuestro. Nunca intervino, salvo que nos dieron un par de barritas de cereal. Cuando llegué al vivac, decía que había hecho muchas estupideces, pero no sé si una semejante. Solamente hay que estar nuevamente en esa situación para ver si la repito.
