Carismático. Con una risa contagiosa pero con las palabras justas para transmitir su experiencia, Andrey Sartasov -el ‘Ruso’ para todos-, brindó una entrevista donde recordó sus inicios en la bici que lo llevó a tomar la decisión de dejar su familia en la Unión Soviética, para dedicarse de lleno al ciclismo.
-¿Cómo arrancaste?
-Tenía 11 años, vino una profesora a la clase y dijo: ‘¿Quién quiere inscribirse en la escuela de ciclismo?’ y fui. La Unión Soviética era un país cerrado y para andar en bicicleta en la calle tenías que ser mayor de 11 años por ley. Yo sabía que ahí te prestaban la bici. Pero en los primeros meses ni la vi, eran puros juegos y mucho entrenamiento, yo aguanté y quedé. Allá no es lo mismo que acá. El gran error argentino es que meten a los chiquitos al ciclismo apenas nacen.
-¿Por eso fracasan muchos ciclistas cuando llegan a la etapa de madurez?
-Claro. Porque el cuerpo necesita desarrollo de todo tipo. Cualquier deportista necesita ser atleta primero, no podes exigir a los pequeños. Por eso cuando tienen 18 años no quieren saber nada con el ciclismo.
-Y después llegó el momento de agarrar la bici…
-Sí, por fin. Me dieron la bicicleta y empecé a correr. A mis 14 años entré a una universidad especializada de ciclismo. Corrí en equipos de Rusia, en la Selección y después a los 25 años vine a correr a Chile. Después me vine para Argentina y en el 2001 conocí San Juan cuando vine a la Vuelta.
-¿Qué primera impresión te llevaste de la Vuelta?
-Uh, fue en la etapa de la Difunta Correa. Cuando pasamos Caucete dije ‘guau, acá corren en medio del desierto’, ‘¿qué hago acá?’. Y sufrí, sufrí mucho. Porque recién llegaba de Rusia y no me aclimataba. Decir San Juan es decir calor y sufrimiento. Ahora ya me acostumbré a todo, hasta al Zonda.
-Y la gente, ¿qué te dejó?
-Para mí la Vuelta a San Juan es la mejor Vuelta que hay por más que no sea UCI. Además la gente es especial, yo desde que pisé San Juan sentí cariño. Por ahí me cruzo con gente en la calle y me saludan, no soy tan famoso como el Turco (Ricardo Julio) pero zafo (risas).
-¿Qué significa Uma (una caniche) para vos?
-Es mi hija. Significa mucho porque vos sabés que volvés a casa y alguien te está esperando. Los perros son mejores que las personas, como dice el dicho ‘mientras más conozco a la gente más quiero a mi perro’. Una vez en una Vuelta a Bolivia, me saqué una foto con un perrito que le faltaba una patita, la subí a Facebook con la frase ‘actitud animal’ y eso me marcó, les agarré más cariño.
-A tus 40 años, ¿te ponés límites?
-Nunca. Si el uruguayo Jorge Bravo tiene 47 años y cuando lo miro digo ‘mirá qué rápido que va, qué esperanza me da, tengo para ocho años más’. Ni pienso en retirarme. Me siento un pendejo todavía (risas).
-¿Qué te gustaría ganar?
-Muchas cosas. Una clásica Difunta Correa o la Vuelta a San Juan, pero soy conciente que ya no puedo. Las cosas que gané en su momento las disfruté. Hoy en día me divierto, disfruto de otra manera y eso es algo que identifica al SEP, sabemos quién es el líder y trabajamos todo por igual para ese objetivo.
-Hablando del SEP, ¿qué les falta ganar?
-Estamos en el justo para dar el salto de categoría. Necesitamos más roce internacional, correr Vueltas en Brasil, Costa Rica, Panamá. Son 2.2 UCI que te permiten mostrarte más. Hay que renovar compromisos y cambiar objetivos.

