-¿Alguien te llama Luis?

– No (risas), todos me dicen Pica.

– ¿Quién te puso ese apodo?

– Mi abuelo materno, Pedro Castro.

– ¿Y por qué Pica?

– Porque tenía un amigo al que le decían así y siempre me llamaba Pica. Después me decía Pica-telas.

– Dos años de suspensión pueden ser una lápida, ¿cómo los recibiste?

– Como un mazazo. No lo esperaba. Fue duro, pensé en largar todo.

– ¿Qué paso?

– Me equivoqué, tomé unas hormonas que no debería haber tomado.

– ¿Te obligaron?

– No. No me obligó nadie.

– ¿Por qué lo hiciste?

– Porque quería estar bien fuerte para ayudar a un colega a ganar la Vuelta.

– ¿Te arrepentís?

– Totalmente. No debiera haberlo hecho nunca. Me duele haber hecho sufrir a mi familia y a la gente que me quiere.

– ¿Qué pasó por tu cabeza?

– De todo. No quería saber nada del mundo. Fue como chocar contra una pared.

– Se dijeron muchas cosas.

– Sí, se hablaron muchas zonceras, que eran drogas sociales. Yo nunca consumí. Si tengo que jurarlo lo juro por mis hijas que son lo que más quiero en el mundo.

– ¿Cómo saliste?

– Con el apoyo de mi familia y del Chino Saldaño. Emanuel se me acercó y me alentó siempre. Yo no quería saber nada, dejé la bicicleta. Pasaban las carreras por la esquina de mi casa y miraba la caravana desde el portón a 30 metros. No quería ni acercarme.

– ¿Odiaste la bicicleta?

– No, nunca. Es mi vida. Pero sí me alejé de ella. Si no hubiera sido por el Chino, no habría recuperado las ganas.

– ¿Qué llenó el tiempo que usabas para entrenar?

– Laburé con mi viejo en trabajos de madera. Luego, de medio año volví a subirme a la bicicleta.

– ¿No se te pasó por la cabeza correr en libres o en MTB?

– Me dijeron que estaba suspendido para toda actividad.

– Al final, ¿cuánto tiempo duró la sanción?

– Me dieron dos años, desde enero de 2011 porque no me presenté a la contraprueba, el análisis me lo hicieron en la última etapa de la Vuelta. Pero luego la redujeron a 15 meses. En realidad, yo estoy habilitado desde abril del año pasado, pero recién me decidí a volver ahora.

– Y lo hiciste directamente con los federados. ¿Se nota mucho la inactividad?

– No. El otro día, en Caucete, me sentí bien. Sé que me falta, pero noté que no estoy tan lejos. Es como si no me hubiera ido nunca.

– ¿Cuál es el objetivo?

– La ruta. Dios me dio una segunda oportunidad y pienso aprovecharla. La gente de la Agrupación Mardan confió en mí y quiero responderles como merecen. Además me gustaría volver a ponerme la camiseta de la Selección. Sentir la azul en el cuerpo es algo especial.

– ¿Cómo llegaste a Mardan?

– Por intermedio de Alejandra Zulberti, una señora amiga que nos conoce y es hincha del Chino y mía de nuestra época en la Agrupación Virgen de Fátima.

– ¿Tienes en claro que aún no explotaste como todos esperaban, que aquella promesa no se consolidó nunca?

– Sí. Sé que mucha gente confió en mis condiciones y, por esas cosas de la vida no les respondí.

– ¿Tenés rencores contra alguien?

– No, no soy rencoroso, pero ahora sé quiénes son mis amigos y quiénes no. Cada uno sabe cómo se comportó. Y sólo yo sé lo que tuve que pasar. Es algo que no le deseo a nadie.