Fue regreso con gloria. Después de quince días de recorrer 9.030 kilómetros entre Argentina y Chile, incluido un breve paso de un par de jornadas por casa, cuando el Dakar pisó San Juan, Lino y Juan Pablo Sisterna tuvieron el regreso a su hogar en la noche del lunes. La recepción estuvo a la altura de ser los primeros y hasta el momento únicos sanjuaninos en disputar un Dakar. Cerca de 150 personas y 40 autos los acompañaron hasta la plaza 25 de Mayo para ensayar una vuelta olímpica. Saludo al gobernador, José Luis Gioja, por la mañana de ayer y en la tarde un repaso de las aventuras de la prueba junto a DIARIO DE CUYO en su casa de Capital, fueron las actividades sucesivas. En ese recorrido imaginario, el binomio no dudó en revelar cuál fue el momento donde todo parecía que se acababa y precisamente qué los motivó para seguir en una carrera que calificaron más dura de lo que se piensa. A tal punto que el mayor de los Sisterna dijo que pretendía regresar, pero su heredero no dudó: "Al Dakar sólo lo vuelvo a vivir por televisión", tiró el navegante de la Montero, con la inscripción 420.
"Esta carrera es más que nada una cuestión de supervivencia mental. El físico influye, pero la clave está en la fortaleza que tengás de la cabeza en los momentos duros", abrió Lino antes de destacar el instante en que se dio la charla con Juan Pablo y en la que consideraron decirle adiós a la prueba: "En la etapa anterior a llegar a San Juan, tuvimos un vuelco en Santiago de Chile. Ibamos por una recta y estaba justo un tipo de la organización en el medio, y para no atropellarlo, me tiré al costado. La camioneta se dio vuelta y se rompieron los vidrios de atrás. Nos empezó a entrar tierra por todos lados. Eso nos mató psicológicamente. En ese momento recordamos que Juan Pablo había tenido una charla en Buenos Aires antes del Dakar donde les dijeron que los pilotos tienden a perder la confianza llegando a la mitad de la carrera. Justo lo que nos pasó a nosotros. Terminamos la etapa y hablamos los dos solos. Dijimos que no podíamos caernos en el mismo momento que nos habían pronosticado que el resto lo hace. Estamos convencidos que si el Dakar no llegaba a San Juan, abandonábamos. Nos salvó saber que al otro día dormíamos en casa. Sino fuera por eso, no tengo dudas que ese era el final”.
Entre los momentos adversos, los sanjuaninos recordaron el enlace terminado la penúltima etapa en Santa Rosa, La Pampa. "Eran las ocho de la noche y estábamos clavados en la camioneta con tierra hasta la ventana. Tuvimos que ir sacando la tierra de abajo durante dos horas, con palas, hasta que la sacamos. Era impresionante", remarcó el copiloto quien contó que uno de los objetivos más complicados era marcar los win point (puntos que establece la organización como paso obligatorio) a los cuales para marcarlos había que acercarse a menos de 200 metros que era lo que alcanzaba el radar.
El mundo Dakar se dice que es un enigma permanente. Y en otras de las anécdotas de los Sisterna queda más que evidenciado: "Estábamos en las dunas de Atacama. Eramos como cinco autos que estábamos perdidos en pleno desierto y de repente aparece un helicóptero. Nos siguió un rato hasta que se bajó más adelante y una persona de camisa blanca nos hizo seña para que nos acercáramos. Cuando fuimos a ver qué quería, nos dimos cuenta que era Ettiene Lavigne (organizador del Dakar). Nos dio las instrucciones justas para salir de ahí. Se se subió al helicóptero y no lo vimos más. Increíble", describió Juan Pablo.
Claro que no todos fueron momentos de tristeza. Tanto Lino como Juan Pablo coincideron que el arribo a San Juan fue, más allá de la motivación para continuar en carrera, un momento de felicidad pleno. "Pensábamos que la gente nos iba a reconocer, pero nunca tanto. Nos pedían autógrafos cuando nos bajamos en la estación de servicio de Caucete, se querían sacar fotos", sostuvo Lino quien develó que en los tramos de enlace buscaban alegría a través de colocar en el stereo de la camioneta un CD de Pedro Albarracín, cantante de covers internacionales de los "80.
Claro que en el final también estuvo la emoción presente. Con la etapa que tuvieron que ir a comprar otro embrague en Trenque Lauquen y finalizar la carrera contrarreloj para llegar a La Rural antes de las 3.30 del domingo (lo hicieron finalmente a las 2.50). "Esa noche estábamos cinco cuando llegamos a La Rural. Pero a diferencia de cuando volcamos en Chile, jamás se me cruzó por la cabeza que íbamos a abandonar por el embrague. Sabía que más tarde o más temprano lo íbamos a reparar y llegar. De más está decir, que lloré como un niño cuando terminamos", acotó sonriente, Lino.
Después del desfile en la Rural del domingo, donde los sanjuaninos contaron que no se dieron tiempo para el cholulismo y sacarse fotos con los pilotos más conocidos, llegó el momento del regreso a casa. En camioneta, para variar, aunque en las dos que tuvieron a disposición y que les hicieron las veces de auxilio durante el Dakar. La recepción de la gente en San Juan anteanoche fue por demás emotiva y así lo describió el ex campeón Argentino de Rally: "Algo me habían dicho que iban a estar esperándonos. Pero nunca pensé que iba a ser esa cantidad de gente. Nos trataron como héroes, cuando en realidad con Juan Pablo somos dos personas comunes que tuvieron esta oportunidad. Les estamos agradecidos a todos por el apoyo y ahora sólo queremos un poco de descanso. No tengo dudas que recién con el paso del tiempo nos vamos a dar cuenta de lo que hicimos", cerró Sisterna padre, sin dudas protagonista de un hecho histórico para San Juan.

