Buenos Aires, 21 de abril.- “Era mi segunda prueba con Lotus, la primera pole. Durante el warm-up, cuando todavía no había empezado a llover, el motor explotó. Fue una rotura repentina y violenta que afectó al cambio y a parte de la suspensión. Era necesario rehacer toda la parte posterior del coche en las pocas horas que quedaban para la salida. Salí del coche y, como no tenía tiempo de correr a los boxes y agarrar el coche de reserva, me subí a un montículo al lado de la pista y me quedé esperando el final de los entrenamientos. Era como si me estuviera viendo de frente: mi fisionomía, mi expectativa, toda la frustración. No era la mejor manera de empezar el domingo”.

Las cosas no comenzaron bien, tal como detalló Ayrton Senna. Ese domingo no amanecía tal como él quería. Pero llegó la lluvia y, como una paradoja, se convirtió en una bendición para un piloto que fue casi un sinónimo para la Fórmula Uno y el automovilismo sudamericano. Claro, había un suspenso casi dramático que giraba en torno a Senna, que jamás había manejado el Lotus con neumáticos de lluvia.

“Los organizadores nos habían dado diez minutos extra de calentamiento para que nos adaptáramos a la situación. Estaba perdido en aquellas condiciones, pues no sabía cómo iba a comportarse el coche con tanta agua y con los depósitos llenos. Por eso salí de los boxes como si pisara huevos. Lentamente, con miedo a perder el coche en aquella vuelta y no poder tomar la salida”, contó en aquella ocasión el piloto brasileño.

Con la pole bajo el brazo, Senna partió en la primera colocación. Tuvo la ventaja de no encontrarse con esa cortina de agua que forman las cubiertas de los autos que se encuentran delante. Pero sobre todas las cosas, tuvo la ventaja de tener unas muñecas prodigiosas y la mente fría para sacar casi un segundo y medio por vuelta para marcharse bien lejos del resto del pelotón. Sólo tuvo un susto, cuando promediando la prueba salió de pista, pero finalmente pudo controlar el auto.

Varios fueron los pilotos que pedían la suspensión de la carrera por la intensa lluvia que caía sobre Estoril, pero Luis Salles Grade, el director de la competición, no sólo que no finalizó el Gran Premio tras haberse cumplido el 70% de la competencia, sino que esperó el límite de las dos horas. Senna vio finalmente la bandera a cuadros y de la emoción casi se sale del trazado tras cruzar la línea. Festejó con el puño cerrado y unos minutos después fue al encuentro de su padre, con quien se abrazó hasta fundirse. Ese 21 de abril de 1985 fue la primera de las 41 carreras que ganó en su historia. Fue la primera vez que dejó el sello que jamás se borrará de la gloria.