Tiene la mano pesada este Banfield. Porque en el par de chances que tuvo para hacerle daño a Independiente, lo hizo. Pese a comenzar perdiendo ante el Rojo y en el Libertadores de América, donde hasta anoche cosechaba dos victoria en la misma cantidad de partidos, lustró más la chapa de candidato y lo superó 2-1. Así, trepó a lo más alto de la tabla esperando para ver si Newell’s le hace compañía siempre y cuando supere hoy en el clásico a Rosario Central.

Precavidos. Estudiosos. Timoratos. Tres palabras que resumen de forma perfecta lo que fueron los primeros 45′. Es que ni Independiente, el obligado a ganar para acortar distancias, ni Banfield, que se conformó desde el pitazo inicial de Laverni, rompieron el molde. Piatti en el Rojo trató de ser la manija de la ilusión para generar juego, pero de a poco se apagó pues no tuvo un socio para jugar. En la visita, sólo Erviti intentó algo distinto, pero se encontró con la dificultad gigantesca de no tener un receptor potable en Silva o Fernández, quienes fueron anulados por la defensa del Rojo. Justamente Papelito Fernández estuvo cerca, a los 13′, cuando metió un cabezazo que salió apenas alto. Nada más.

La modorra del partido la sacudió a los 3′ del complemento Gandín con un derechazo de otro partido que se le coló a Lucchetti por su espalda, en apenas el séptimo tanto que recibió en el Apertura. Pero al toque, Mareque se confió y quiso darle un pase con la cabeza a su arquero y no hizo más que marcar el empate involuntario. El partido se abrió porque el equipo de Gallego fue para adelante. Sin ideas, pero fue. Entonces, el Taladro de Falcioni encontró espacios. Y Silva, que manda entres los goleadores con una docena, metió un zurdazo bajo y cruzado que decretó el segundo. Una victoria que lo dejó más cerca del sueño que persigue desde hace 113 años: ser campeón.