En octubre del 2012, hace menos de cuatro años, Viviana Chávez era menos que una auténtica desconocida para el mundo del deporte sanjuanino. Con otro acento, viviendo entre Valle Fértil, Córdoba, La Rioja y Capital Federal, esta astiqueña se presentaba tímidamente como una soñadora en grande. Especialista en los 10K, se cansaba de ganar circuitos callejeros a lo largo y ancho de todo el país pero Viviana quería algo más. A lo grande. Ese sueño era llegar a los Juegos del 2016 y la fija era trabajar, trabajar, trabajar y golpear mil puertas. Nunca dejó de hacerlo y nunca dejó de soñar.

Quería ser olímpica. Empezó a ser noticia seguida en estos dos últimos años. Los 10K de Fila, los de McDonalds, la de Unicef. Ganó todas. Tenía pasta y quería llegar. Se federó como atleta de la Federación Sanjuanina buscando más contención y respaldo pero eso nunca terminaría de ser lo que esperaba.

Nunca se entregó y esperó metida entre las concentraciones en Córdoba, los trabajos en Astica y los mil viajes que hizo por todos lados para conseguir ese dinero que le abriera las puertas del Viejo Mundo.

Tuvo, en 2015, una invitación para entrenar en Sevilla, España, pero los números no le dieron y se quedó masticando bronca e impotencia en Argentina. Con su equipo de trabajo decidieron redoblar la apuesta si hasta en enero de este 2016 organizaron una prueba atlética en Astica sabiendo que todo sumaba al gasto grande de ir a buscar esa marca donde fuera necesario. Hubo un primer intento y fue fallido pero quedaba la última y era Rotterdam, Holanda.

El viernes pasado, 48 horas antes de la consagración, Viviana se tenía toda la fe del mundo para lograr bajar el registro de 2h. 39m. Sabía que podía porque el clima, el trazado, la altimetría de Holanda y su tremenda motivación le darían un plus que ella sentía muy adentro.

Y claro, llegó el día domingo y a las 5,30 de la Argentina, Viviana empezó la carrera de su vida. Eran seis las argentinas buscando ese lugar. Se juntaron, trabajaron en equipo pero pasados los 35 kilómetros, la astiqueña empezó a marcar diferencias. Llegó el kilómetro 40 y ahí, Viviana confesó que empezó a correr con el corazón: ‘Venía bien y sentía que se podía dar la marca. Me quedaban los últimos 5 kilómetros y los corrí con el corazón más que con las piernas.

Cuando llegué y me confirmaron el tiempo no supe qué hacer. Se me cruzó todo por la cabeza: familia, amigos, viajes, puertas que nunca se abrieron. Todo junto. Lo disfruto y sé que se viene lo mejor pero lo que me dejó esto es que cuando se sueña hay que hacerlo a lo grande porque los grandes sueñan así’.