Cuando no te sobra nada, un detalle cambia todo... Y tal vez por ahí se justifique la discreta producción de un Boca que se topó con una tarde iluminada de Julián Álvarez para terminar perdiendo con absoluta justicia y hasta cortar en los números este superclásico ante River. Un equipo como el de Marcelo Gallardo que terminó con una racha esquiva como local en torneos domésticos ante Boca con todos los méritos necesarios para posicionarse con todas las letras en candidato al título. Boca lo perdió temprano, River lo ganó antes. Esa expulsión de un experimentado en serio como Marcos Rojo que en apenas 15 minutos se fue con doble amarilla terminó siendo factor determinante para el desarrollo del clásico que volvió a dejar la imagen de un Millonario superior ante un Xeneize limitado, al que sólo perder una pieza lo dejó ya metido en otro planteo.

River no ganaba el clásico local desde el 2010. Con Gallardo empató 3 y perdió 3.

River necesitaba una tarde así. Un clásico así y un triunfo así. Empezó desde su presión insistente, en buscar la posesión y en generar juego ofensivo. No lo estaba consiguiendo y llegó el momento cumbre cuando Rojo, primero contra Romero y luego sobre Álvarez, se terminó expulsando solo. Boca debió cambiar ese libreto que pensó Battaglia, recostado en la última línea, aguantando y golpeando en la contra a partir de la precisión de Cardona y el vértigo de Pavón. Se fue eso con Rojo y Boca pasó a bancarlo a morir como fuera. Pero claro, Álvarez resolvió todo pronto. Dos golazos, superclásico adentro y la chance cierta de que fuera festival Millonario. Fueron casi treinta minutos de un monólogo del equipo del Muñeco que pudo haber resuelto hasta con goleada ese partido que todos quieren ganar.

En el complemento, Boca tenía que hacer algo y Battaglia decidió cambiar de volantes de contención. Doble cambio en esa zona para tratar de equilibralo. Lo consiguió a medias porque River le llegó, tal vez no con tanto peligro pero ya no quedó tan mal parado. La Banda apostó a lo mismo, Gallardo le dio entrada a más juego ofensivo pero no acertó a definirlo. Ese 0-2 era derrota digna para un Boca que con lo poco que tenía acomodado, se quedó sin respuestas demasiado temprano en el partido. La última jugada de Battaglia fue darle entrada a Molinas y Vazquez, de neto corte ofensivo, buscando la dignidad del clásico. No le sirvió de mucho pese al descuento de Zambrano.

El superclásico ya tenía dueño mucho antes de ese pitazo final. Boca, con su flaco presente, terminó desnudo en la primera dificultad que le plantearon. Con 10, ya fue mucho menos. River, no perdonó nada y su voracidad lo llevó a resolver con la sangre nueva de Álvarez otro clásico para festejar. Lo ganó temprano, lo disfrutó después. Boca se quedó sin nada y con todas sus limitaciones a cuestas.

River, en una tarde de fiesta con su gente en el Monumental, jugó el partido que tenía que jugar y lo resolvió bien. Boca, con los once justos y un esquema al que no le sobra nada, se quedó sin nada demasiado pronto por voluntad propia y necesidades ajenas.