Fue algo con la velocidad de un gran contragolpe. Treparon por derecha, por izquierda. Uno, tres, cinco, diez. Se subieron a lo más alto y parecieron querer cabecear el cielo celeste que los recibió ayer bien temprano. La sirena resultó similar al alarido de los hinchas con el gol de Penco que valió el ascenso a Primera.
La unión con que se formaron de atrás para adelante, con Roberval haciendo las veces de comandante en jefe, pareció similar a la fortaleza del grupo en esta recta final de la temporada.
Con esa actitud el plantel de San Martín tomó por asalto la autobomba de los bomberos de la capital que les sirvió para pasearse por decenas de kilómetros en un regreso glorioso a su tierra. Tal cual se prometió el martes en la despedida del plantel del Hilario Sánchez, al haber ascenso había regresó todos juntos.
Así el vuelo que partió desde Aeroparque los depositó en el aeropuerto Domingo Faustino Sarmiento a las 9.50. Tras unos pocos kilómetros de recorrido por ruta 20 arriba del colectivo que tantas veces los trasladó por el país, porque cambiarlo hubiera sido una ofensa a una de las cábalas del plantel, llegó el momento de trepar a la autobomba. Sólo jugadores, dirigentes y cuerpo técnico, excepto Garnero quien prefirió seguir en bus.
Hubo de todo en esa caravana mágica. Como ver a Grabinski sonreír constantemente. Con Poggi y Mas siendo los caciques a la hora de arrancar las canciones. Con Penco sintiendo la idolatría en carne propia.
Y, por supuesto, con el recuerdo para Desamparados en más de un momento. Desde la Policía de San Juan no se brindó un número preciso del público que acompañó al plantel, pero extraoficialmente se habló de más de 20.000 fieles.
La mayoría estuvo al costado del camino desde la Plaza de Concepción hasta el club. La velocidad de la autobomba en ese momento fue a paso de hombre e incluso debió soportar más lastre cuando se treparon a la misma varios integrantes de la barra para agregarle percusión al arribo.
Claro que no todo fue feliz. Es que los futbolistas ingresaron a la cancha cerca de las 12.30 y estuvieron sólo quince segundos por la invasión de los hinchas que se produjo. Faltó la frutilla del postre para mucho público que esperó ansiosa en la platea Este de un Hilario Sánchez que contó con cerca de 4.000 espectadores, que se retiraron con ganas de compartir un poco más. Una mancha, que no empañó tanta alegría.