Ante el desastre del Maracanazo en 1950, Brasil tuvo fuerzas para estar presente en 1954, en Suiza, pasando casi inadvertido.

La búsqueda culminó en el ’58 en Suecia donde 16 selecciones nacionales participaron en la fase final, las selecciones debutantes de Unión Soviética, Irlanda del Norte y Gales lograron quedar entre los primeros ocho finalistas.

En Suecia, Brasil halló su primer reconocimiento mundial. Y lo hizo con un muchachito de 17 años, el niño prodigio Pelé, que se convirtió en “el nuevo rey del fútbol”, y con su habitual juego exquisito, que lo mostró con creces en las canchas nórdicas, para adjudicarse el título de la FIFA.

Con su inocencia de niño y destreza de grande, Pelé fue la estrella indiscutible de un gran equipo y de un gran Mundial, en el que también descollaron la impresionante capacidad goleadora del francés Just Fontaine (marcó 13 goles en seis juegos, un récord casi imposible de superar) y la calidad de un extremo nato del futbol moderno, su compatriota Raymond Kopa.

Los brasileños se coronaron por primera vez como campeones del mundo, al derrotar a los locales por 5 a 2, convirtiéndose en la primera selección que ha ganado un mundial fuera de su continente (posteriormente lo volvería a hacer 44 años después en Asia en la Copa Mundial de Fútbol de 2002).