Jorge "Locomotora" Castro tuvo antenoche su despedida oficial del boxeo, lo que de hecho ya había sucedido de forma práctica hace seis años. Deja tras de sí una magnífica enseñanza de lo que debe ser arriba de un ring y no hacer debajo del mismo un pugilista que aspire a la gloria.
"Locomotora" fue una de esas raras apariciones en el boxeo, ya que sus condiciones naturales y un mínimo de gimnasio le bastaron para brillar entre los welters, ser campeón del mundo en mediano y superar a pugilistas que lo superaban en tamaño y envergadura en categorías grandes como mediopesado y crucero. Un ejemplo en menor escala, pero similar en cuanto a destreza a lo que significó en el primer plano internacional su invitado especial en el Luna Park, el fenomenal panameño Roberto "Mano de Piedra" Durán, cuatro veces campeón mundial.
Castro fue un peleador callejero, de allí su original mote de "Roña", que adaptó su estilo a las reglas del boxeo rentado. Un peleador de raza, de los que hubo muy pocos en la Argentina, de esos que parecen haber nacido para ser campeones. Taquillero como pocos, llegó a cobrar como amateur más que pugilistas profesionales.
La fría y no muy concurrida noche del Luna (4.500 espectadores en la velada), denominada "Noches de Gloria", no fue el marco apropiado para la despedida de uno de los grandes boxeadores que tuvo la Argentina en las últimas décadas, cimentado en sus 20 años de carrera, sus 144 peleas como profesional y las innumerables noches que dio espectáculo y derrochó coraje arriba de un ring.
Desde su Caleta Olivia natal pasando por cuadriláteros de Mónaco, Italia, Estados Unidos, Francia, México (el recordado nocaut a John David Jackson), Japón, Panamá, Alemania, Australia y Sudáfrica. Y por supuesto el Luna Park, escenario de su despedida y de su primera gran noche ante "El Puma" Arroyo.
A su falta de profesionalismo hay que agregarle las numerosas lesiones que sufrió pero no en su actividad específica. Los graves accidentes que sufrió en todo lo que tuviera ruedas (bicicleta, moto o automóvil) lo atestiguan. El último, en 2005, lo puso al borde de la muerte pero la extraordinaria reacción de su organismo lo salvo de la misma.
Por Emilio Coppolillo Bianco
Agencia Télam