Vaya a saber qué rueda estarás siguiendo. La de Carlitos Escudero, la del Payo Matesevach o estará entonando una cumbia con el Chino Saldaño. Imagino que andarás raudamente usando una nube como moto para no perderse detalle de esa prueba donde otros grandes también integran el pelotón.
Claro, hace poco se fue el Negro (Juan) Romero para escribir las crónicas. Hacía falta una voz que transmitiera las proezas de esos grandes, como el gran Vicente Chancay o el Cacho Bustos. Guardaste bajo siete llaves ese contrato firmado con Dios. Ellos, todos tus amigos, se fueron antes, cómo los ibas a dejar solos.
¡Américooo! (dice la voz grabada de una oyente con la que los operadores de Radio Sarmiento jugaban cada vez que, por esas cosas del periodismo, aparecías y desaparecías del aire). ¡Mamadera! (“Te voy romper la jeta”, les contestabas con una sonrisa a los aficionados que te saludaban desde la banquina) ¡Cómo te vamos a extrañar!
Américo Alfredo Vargas nació al relato radial en épocas duras, cuando las transmisiones del ciclismo eran un monopolio del fuerte equipo deportivo de Radio Colón. Llegó con un estilo propio. Distinto. Al fin de cuentas para hacer cabeza de playa y luego intentar conquistar el éter necesitaba hacer algo que lo pusiera en las antípodas del relatos vibrante de Oscar Vega Mestre, de los comentarios agudos de Néstor Páez y Hugo Rodríguez, de la precisión hecha números que aportaba Horacio Lucero. Rony Vargas fue quien lo empujó a subirse a la radio moto y desde 1978 narrar lo que pasaba el universo del pelotón. El Mamadera se ganó un lugar, transformando las transmisiones en un show. Cantaba, contaba cuentos, embromaba con los oyentes. Se peleaba con los dirigentes por cosas que él entendía eran injustas o atentaban contra los ciclistas a quienes siempre defendió con pasión. Decía cosas en radio que en boca de otros sonaban fuera de contexto, desubicadas u ordinarias, al comentario de algunos. Pero dichas por él se sabía que eran propias de un hombre sencillo, que le peleó a la vida desde muy abajo y que defendió sus convicciones desde los micrófonos de muchas radios: Sarmiento, Colón, Del Sur, La Voz, por nombrar algunas. “Yo no soy periodista, periodista es Horacio Lucero. Soy relator”, decías siempre que discutíamos sobre tal o cual tema, que abordabas desde una posición más emparentada con la de un dirigente que la de un comunicador.
Mamadera, ¡cómo te vamos a extrañar! Se notará la ausencia del hombre sanguíneo, fanático de Boca y San Martín. Orgulloso de tu hermosa familia que en la “oficina” del café te entreverabas en largas discusiones sobre el ciclismo y la vida.
Tenías muy guardado este viaje imprevisto. Parece que allá donde estás ahora, también empieza la temporada ciclista el domingo y necesitaban que fueras a darle difusión como lo hiciste por más de treinta años detrás de un micrófono, sobre una moto o un móvil. Imponiendo lo tuyo. Fiel a tu manera de contar el ciclismo. ¿Cuántas serán las macucas? Es uno de los interrogantes que nos dejaste para la largada del Circuito Rawson, dentro tres días.
Chau, amigo. Que Dios te tenga en su gloria.

