Saltaron. Se abrazaron. Gritaron fuerte. Lo tenían merecido. Habían dado todo minutos antes. Con coraje, entrega y capacidad derrotaron 4-2 a Estudiantil en una dramática final. Centro Valenciano se consagró anoche campeón del torneo Apertura del hockey sobre patines local y está bien. Porque luchó por ese objetivo. Porque estuvo en aprietos cuando perdía en forma parcial (primero 1-0 y después 2-1) y, con agallas, lo emparejó. Y porque apretó el acelerador en la recta final del choque. En ese momento sublime que sólo está reservado para los grandes. Todas esas aristas terminaron por justificar una consagración tal vez impensada antes que arranque la serie final. Más aún porque el equipo de La Barraca se hizo fuerte en terreno ajeno. Allá, en Santa Lucía, donde el local suele no perdonarle la vida a nadie. En un escenario desbordado por público (cerca de 1.500 espectadores). De los unos y de los otros.

Tal vez el momento de inflexión se dio en una decisión de su técnico: El Negro Otiñano. Porque, con el partido caliente, a mil pulsaciones, con el 2-2 estampado en el tablero y con menos de 5′ por recorrer hasta el final, el técnico ordenó que un penal en favor de su equipo lo ejecutara el Pepe Gómez. Romero, a quien le habían hecho la falta, estaba decidido a ejecutarlo. Pero cambiaron en el momento por aquella orden de Otiñano. Y Gómez, el ejecutor mandado, no dejó pasar la oportunidad. Cambió su remate por gol y La Barraca pasó a mandar en el marcador por primera vez en el partido. Y, como Estudiantil se volvió loco buscando la paridad, el visitante replicó de contra y dio su golpe mortal marcando el 4-2 que sería definitivo.

Lo que pasó antes fue pura adrenalina. Desde el mismo inicio. Los dos con muchos nervios y también imprecisiones. Con un juego parejo y, por momentos mezquino. Porque ambos se preocuparon más por la marca que por la creación. Estudiantil sacó ventaja con un tiro raro de Babick y Valenciano lo empató con una pelota perdida que capturó Serafini.

El complemento siguió con la misma tónica. Y de nuevo el local sacó diferencia (Gattoni, de libre directo). Y otra vez la visita lo empardó (gran jugada individual de la estrella del partido, el pibe Emiliano Romero). Hasta que llegaron a esa recta final. Igualados. Con chances, siempre, para los dos. Que las grandes actuaciones de los arqueros Garramuño y Kenan se ocuparon de impedir.

Y se dio ese momento de inflexión que ya no tendría vuelta ni variante. Valenciano campeón. Y está bien, porque fue el mejor.