Eduardo Fernández, 54 años, es desde hace más de tres décadas habitante permanente del gimnasio del Club Julio Mocoroa. Desde 1985 gran parte de su vida la pasó en esa construcción ubicada debajo de la tribuna Oeste del estadio.


Su campaña como boxeador amateur duró un año, en el que realizó nueve combates, con siete victorias. Pintaba, pero su carrera tenía poco futuro. Su esposa, Angela Quiroga le había dado una hija cuando tenía 18 años y para mantener la casa trabajaba desde las cuatro de la mañana a las siete de la tarde como changarín en el Matadero Municipal.


El trajín de hombrear reses de sol a sol y las caminatas desde su casa en calle San Lorenzo y Colón hasta su trabajo y al club para saltar la soga, golpear la bolsa y hacer guantes, minaban sus resistencia física. Carlos Quiroga, quien por entonces era el entrenador principal le dijo que lo mejor era parar y si tanto le gustaba la actividad que lo ayudara a preparar pibes en el gimnasio.


Ya con dos hijos, había nacido Víctor a quien todos conocen por "Fito' (34 años), Eduardo empezó a aprender el oficio. Nacido en Santa Lucía ("cerca de la Esquina del Sauce y de la cancha de Alianza') vivía por entonces en el Barrio La Paloma y aceptó la propuesta de residir en el club, en calidad de casero. Durante varios años era quien habría las puertas y se dedicaba en los momentos libres a mantener el orden del edificio. "Acá nació Ezequiel' (26, actual campeón argentino de los superplumas), rememora este hombre de hablar bajito que también es padre de Mercedes (36), Cintia (28), Micaela (24) y Luis (22).


Tras muchos años de trabajar sin ningún beneficio social, en 1999 entró como personal de planta en el Matadero. Un problema renal, lo puso contra las cuerdas. Debieron transplantarle un riñón y desde hace diez años esta jubilado por incapacidad.


Hoy su vida transcurre en la tranquilidad de su hogar, disfrutando de una docena de nietos y el club, al que religiosamente va de lunes a sábado para mirar como Fito entrena a Ezequiel y orientar a los jóvenes valores que sueñan como él en sus inicios, "en hacerse un nombre dentro de la actividad'. Y, cuatro veces por semana se somete a las diálisis en el CIMAC ("por favor, ponga que estoy muy agradecido al doctor Fabián Chavez y a todo el cuerpo de enfermeras que me tratan muy bien').


"Quiere que le diga algo... El boxeo me salvó. Me dio fuerzas en el momento más complicado de mi vida. Fue difícil, porque mis hijos eran chicos y venir al gimnasio me permitió sacarme todo lo negativo que pasaba por mi cabeza'.

"Verlo a Ezequiel en el ránking me entusiasma. Sería un sueño para todos que pueda pelear dentro de poco por un título mundial'

Luchador nato

Corrían duros meses en el año 2001 y la vida de Eduardo corría riesgo si no se realizaba un trasplante de riñón. Su esposa Angela Beatriz Quiroga fue la donante. La situación de salud de quien está a cargo del gimnasio del Mocoroa, mejoró bastante, pero en 2004 por descuido, propio, según confiaron sus hijos, tuvo una complicación que lo lleva a afrontar peleas de 24 rounds de una hora, todos los días.