Con 23 partidos ya jugados de 64 que tendrá este Mundial de Sudáfrica y en un repaso liberado de toda pasión, la imagen de Lionel Messi se agiganta. Es que con el 36% de mundial ya disputado, con todos los equipos ya puestos en competencia, Lio se asomó ya como el gran candidato a la corona. Una corona que parece estar hecha a su medida porque si bien aún no ha podido mostrar su faceta goleadora como lo hizo en la última temporada en la Liga Española, sacó a la luz otras facetas que lo han mostrado como un jugador más completo, con otro temple y con la personalidad necesaria como para marcar el camino de las victorias sin hablar casi.

Contra Nigeria, fue rol protagónico. Contra Corea, fue overol exquisito para asistir y hacer jugar. Dos facetas distintas que habitan ya en un jugador maduro pero a los 23 años que cumplirá el próximo jueves. Otro Messi. Ese que parece encaminado a taparle la boca a los que dudaron no de su calidad sino de su actitud con la camiseta argentina. Un Messi proyectado a ser lo que es: El mejor del mundo.

Los puntos suspensivos que puso Fernando Signorini a días del comienzo de Sudáfrica sobre el estado físico con el que llegó Messi al Mundial se agrandaron porque la caja de resonancia de Lionel es tremenda. Con el Barcelona, apenas había descansado 231 minutos en partidos de la Liga y de La Champions League. Llegó jugado pero a la vez, muy mimado. Tal vez como nunca. Maradona -un técnico nuevo que aún no deja de ser futbolista- le puso de ladero a Juan Sebastián Verón. Una elección que no tiene nada de casual y que a esta altura ya es causal. De aquella imagen solitaria, aislada y hasta depresiva en el Mundial de Alemania 2006, hoy Messi se sabe dueño de Argentina. Sin hablar, jugando.

Contra Nigeria, la rompió y solamente la sensacional labor del arquero nigeriano lo dejó sin gritar su gol. Hizo todas. Encaró, desequilibró, obligó. Contra Corea, sabiendo que el cerrojo oriental le iba a quitar espacios para sus despegues, eligió ponerse la pilcha de Verón. Hizo jugar, asistió. Movió el equipo y fue clave para liquidar en el momento exacto. Otro Messi, pero la misma calidad. Con esas dos muestras, por ahora le alcanza y hasta le sobra. Brasil, España, Inglaterra y hasta Alemania no tienen aún en la cancha alguna individualidad que le haga sombra a Messi.