El partido de anoche, como local, ante el último de la tabla, que además es rival directo en la lucha por la permanencia, era un partido que Sportivo debía ganar. Son aquellos cotejos donde se juegan muchas más cosas que los tres puntos. Son finales y a las finales hay que jugarlas a cara de perro. El Desamparados que anoche convocó 6.000 personas al estadio del Bicentenario no se contagió del empuje de su gente, fue tibio en la primera mitad, y le permitió a Chacarita, que hasta ayer había hecho nueve goles en 20 partidos que le convirtiera (Ereros hizo un gol de otro partido). Es cierto que lo empató en esa primera mitad y lo hizo cuando se dio cuenta que tenía que buscar más a ras de piso y no tanto con centros para un Parisi obligado a pelear de espaldas ante dos centrales toscos que hicieron agua cuando se los enfrentó con pelota dominada, como ocurrió en el gol del empate.
Las pocas luces de ese primer tiempo se encendieron cuando Ceballos bajó un par de metros y se juntó con Lamberti. Lamentablemente, Alvarez muy abierto por la izquierda entró poco en el circuito y el primer tiempo se fue con una opaca igualdad, en el que a los dos les costó hilvanar tres pases seguidos.
El segmento inicial del segundo periodo mostró a otro Sportivo, más ambicioso. Con sus volantes más cerca de los delanteros y con el aporte más continuo de jugadores como Drocco y Fontana por el sector derecho.
De la Riva se dio cuenta que peligraba el partido y oxigenó con dos cambios la mitad de la cancha. Dillon se jugó a todo o nada, hizo dos variantes dejó línea de tres y lanzó a sus hombres al ataque. Esa segunda mitad la jugó más como una final. Asfixió la salida de Chacarita, controló más la pelota y generó opciones claras como las dos que tuvo Parisi, una media vuelta que rebotó en el vértice de poste y travesaño y el cabezazo del final que salió desviado.
Anoche Sportivo mereció un poco más, pero tuvo en sus intermitencias a su peor rival y se quedó en el anden cuando debería estar viajando más tranquilo a la estación Permanencia.

