En las retinas de los amantes del ciclismo están grabadas las imágenes de aquellos viajes a Calingasta por la Ruta 12, sorteando el duro ascenso al Tambolar de ida y su vertiginoso descenso de vuelta. Las mil y pico de curvas, los racimos de ciclistas pegados al murallón y las movilidades auxilio tratando de adivinar entre la polvareda de los cortes si era suyo ese corredor, cuya figura se divisaba 20 o 30 metros más adelante, agitando con una mano una rueda para que se la cambien. Esa era la Doble Calingasta del Siglo XX. Aquella que nació en 1947 y fue ganada por Hugo Blanco, la que ganó en dos ocasiones Salvador Ortega y en tres Antonio Matesevach, por citar a grandes del pedal sanjuanino.

Por ese terreno, agreste y traicionero, ganó sus cuatro versiones Alberto Bravo, para todos, simplemente, El Chato. Hasta 2011 era el único que había logrado un póker en la clásica del club Del Bono. Ese año, lo igualó un ciclista con características disímiles. Darío Díaz. El catamarqueño, uno de los mejores sprinter argentinos de la última década tiene chances, el próximo fin de semana de superar estadísticamente lo logrado por el corredor nacido en Carpintería.

¿Por qué estadísticamente? Porque aunque lleven el mismo nombre, son dos carreras distintas. No es mejor ni peor una que otra. Es irrespetuoso quitarle méritos a lo echo por cada cual con sus dotes natas, uno de pasista (El Chato) en el camino de montaña y el otro de embalador (El Cata) en un trayecto con ascensos y descensos propios para correrlos en pelotón y no en solitario tuvieron que sortear sus complicaciones y lograron coronarse victoriosos.

‘La Calingasta’ sinónimo de ciclismo rutero tendrá el próximo fin de semana su edición número 61. Su historia es rica en anécdotas. El pasado julio, en ocasión del velatorio de Antonio Matesevach, Ramón Sánchez, definía al popular Payo como “un salvaje” porque entrenando bajaba a fondo El Tambolar, “como lo hacía en la carrera“.

“La Calingasta” guarda en el arcón de sus recuerdos victorias épicas como la del jachallero Argentino de los Santos, que sorprendió a todos con una fuga solitaria, en la ida de la edición de 1981, que luego defendió con uñas y dientes en el descenso.

“La Calingasta”, mencionarla significa rememorar muchos de los momentos más ricos del viejo y querido ciclismo sanjuanino.

Esa “Calingasta” tendrá el próximo fin de semana un capítulo más. El que puede entronizar a su máximo ganador en la figura del velocista del equipo de la Municipalidad de Rawson, Darío Díaz, o que cubrirá con su manto de gloria a un nuevo rey.

Antes era una carrera reservada para duros que solitariamente pulseaban con los ascensos de la sierra chica de Zonda y el cordón de El Tontal. Hoy es una competencia más abierta, de pelotón, donde los equipos aceitan sus mecanismo de acción en el ascenso de la Quebrada de las Burras con el objeto de dejar a sus velocistas, lo más enteros posibles en zona de definición.

Antes y ahora sigue siendo grande y el sólo hecho de mencionarla eriza la piel y genera una expectativa distinta. Única, como su nombre lo indica.