Las emociones vinieron de dos jugadores más que fogueados en superclásicos. En un partido que no mostró buen nivel futbolístico ni despertó mucha adrenalina, Martín Palermo y Marcelo Gallardo demostraron sus vigencias.
Los autores de dos golazos en el empate entre Boca y River evitaron que el partido más esperado del campeonato se hundiera en la indiferencia total. Y demostraron que pueden seguir sosteniendo el cartel de referentes en sus planteles, cuando el calendario ya les empieza a jugar en contra.
Martín Palermo, con 35 años cumplidos el pasado 7 de noviembre, no había tenido una situación propicia para abrir el marcador. Y entonces se la inventó. Iban 14 minutos del complemento y hasta ese momento Boca había tenido más tiempo la pelota, pero no había generado más que un par de situaciones de peligro. El Titán recibió una pelota a 35 metros del arco, se dio vuelta y como no tenía una marca encima, tuvo el tiempo para decidir sacar el remate. Que fue potente y pegado al palo más alejado del arquero Vega. Delirio en la tribuna de Boca y en el jugador, que se sacó la camiseta mientras corría para festejarlo con todo el mundo azul y amarillo. Un golazo que le permite también demostrar que puede seguir siendo el nueve titular, con Figueroa y Viatri esperando, y además negociar con mejor respaldo la renovación de su contrato que finaliza el 30 de junio. Un golazo que lo ayuda seguir haciendo historia, porque fue su gol número 13 en superclásicos, y así comparte el segundo puesto histórico, junto a Oscar Más, Carlos Morete y Paulo Valentín, sólo detrás de Angel Labruna, quien marcó 22.
River sintió ese gol y no encontraba ningún camino para llegar al arco de Abbondanzieri. Un cabezazo de Fabbiani al principio del partido había sido lo único había inquietado al Pato. Luego de las dos caídas en los superclásicos del verano, venía torcida la mano también el de ayer en La Bombonera. Iba a ser un golpe duro para un grupo que en la semana se juega la permanencia en la Copa Libertadores. Todos esos fantasmas querían empezar a sobrevolar, hasta que en el minuto 24, Battaglia le cometió una infracción al recién ingresado Buonanotte. Tiro libre para River y tomó la pelota Marcelo Gallardo, que poco había hecho hasta ese momento. En La Bombonera todavía recordaban aquel duelo por la Libertadores de 2004, tristemente célebre por el arañazo que le dio Gallardo a Abbondanzieri. El Muñeco y el Pato se saludaron al principio del partido y no se volvieron a encontrar hasta ese tiro libre de 24 metros. Y Gallardo, que el pasado 18 de enero festejó sus 33 años, mandó la pelota con el efecto ideal para que la pelota entrara cerca del palo, en el lugar justo que no le permitía alcanzar al arquero en su estirada. Como para gritarlo con todo. Era sacar otra vez a flote al equipo, quitarse el peso que empieza a comer piernas y cabezas.
Palermo no volvió a tener otra chance. Y Gallardo, cansado, fue reemplazado. Salvo un mano a mano que desperdició Falcao, el partido no ofreció más. Con Riquelme lesionado, los dos jugadores con más batallas en sus espaldas terminaron ayudando a que las gargantas sedientas de gol pudieran descargarse.

