No ingresó a reconocer el estadio con el plantel de Defensores de Belgrano que lo hizo casi una hora antes que comenzará el encuentro, pero cuando su figura se distinguió entre las camisetas rojas cuando ingresaron a hacer el calentamiento pre competitivo, su apellido coreado por 15.000 voces. Ariel Arnaldo Ortega, el Burrito, respondió primero levantando tímidamente su brazo derecho. Instantes después, cuando el ‘Burro, Burro‘ atronó, levantó los dos brazos y se tomó su tiempo para aplaudir a los cuatro costados de la cancha. Situación que se potenció cuando, parado en el círculo central, fue el encargado de dar el toque inicial.

El amor entre el último ídolo de River y sus hinchas está intacto. Es inoxidable. En la memoria colectiva millonaria pesan más los buenos momentos vividos, muchos de ellos regalados por este jujeño que ahora muestra a cuentagotas su clase en la B Metropolitana. Ya no tiene el pique corto, pero le sobra calidad para ser el más claro de su equipo.