Lentamente los ruidos y el movimiento empiezan a disminuir. Las luces en los toldos de los camiones-talleres se apagan y sobre la 1 de la mañana, el vivac en el autódromo El Zonda entra en silencio. Un silencio a veces interrumpido por una amoladora que se escucha en el fondo, un motor que se prueba y el siempre omnipresente zumbido de los grupos electrógenos. El símbolo del vivac en la noche lo marca la fogata, un ritual que viene del Dakar africano. Se enciende sobre las 22 y permanece así hasta el amanecer. Y aunque no sea necesario su calor, pequeños grupos de personas pasan ratos alrededor, porque los habitantes del vivac dice que el fogón es parte del espíritu Dakar, un Dakar que nunca duerme pese a su silencio nocturno.
DIARIO DE CUYO pasó la noche en el vivac, una noche corta para los cansados físicos de los miembros de la caravana y demasiado corta para algunos mecánicos, que pasaron de largo. El fogón está ubicado en el centro de la gigante carpa en forma de U que es el comedor. Pasada la medianoche, el comedor que un par de horas antes era un hervidero se convierte en un lugar vacío y refugio de algunos solitarios que recién a esa hora pueden comer algo. De fondo, tenue, suenan Los Piojos. Comer y después tomarse una lata de cerveza o fumar un cigarrillo al lado del fogón, es para algunos el mejor momento del día. Luego, a descansar.
En la madrugada, el movimiento en el vivac lo ponen los mecánicos (o los pilotos con presupuestos acotados), que trabajan reparando sus máquinas. Los pocos deambulantes nocturnos hablan en voz baja pese a estar en medio de la recta opuesta del autódromo, porque claro, en todos lados hay gente durmiendo y poder estrujar esas horas de sueño es lo más codiciado en el campamento. Y se respeta. Se ven personas durmiendo en carpas, pero también en el suelo, sobre un trozo de madera, en los camiones y hasta en un colchón inflable, al aire libre, como un chino miembro de un trinomio de camión.
"Yo hago el turno de noche en cocina y he visto personas que se duermen mientras cenan. En Catamarca, un alemán se metía un bocado y cabeceaba, hasta que no aguantó más y se durmió ahí, sentado y con la cabeza al lado de la bandeja de comida", contó José Serna, jefe de cocina del vivac y uno de los que estaba al lado del fogón.
En medio de la oscuridad, se ven pequeñas luces que se mueven y se acercan. Y es que algunos se mueven con linternas colocadas sobre la cabeza, con ojotas, torsos desnudos y la toalla colgada del hombro. Van a las duchas, pero de madrugada es todo un desafío porque el agua está muy fría. Sucede que el sistema de calentamiento del agua en el vivac es simple: una bolsa gigante que se calienta al sol. Pero dura poco.
Cerca de la Horquilla, una de las pocas carpas con luz tenue que muestra movimiento es la de Prensa. Seis periodistas y fotógrafos mandan los últimos materiales o adelantan trabajo, mientras que otros duermen en bolsa-camas entre los bancos y las mesas. Enfrente, la carpa médica muestra una tenue luz de velador encendido sobre un escritorio, pero la guardia descansa tras unos biombos. Pasadas las 2 de la mañana, el silencio cada vez es mayor.
Quedan menos luces encendidas y los minutos se alargan, aunque en el equipo del holandés Chris Leyds, el tiempo vuela. El es el único piloto que corre solo (sin navegante) en un pequeño buggy y dejó su sueño para ayudar a sus mecánicos. El auto está totalmente desarmado y Leys, vestido sólo un boxer rojo y zapatillas, mete mano por todos lados.
Las horas pasan y las luces en los camiones-talleres vuelven a prenderse, lentamente. Pasadas las 4, comienzan otra vez los ruidos de motores y el incesante camino de los recién amanecidos a los baños y luego hacia el comedor, que desde las 5 sirve el desayuno. Los vehículos empiezan a moverse, algunos motores rugen y el vivac vuelve a su agitada vida. La etapa de San Juan está por empezar y en horas, el campamento se trasladará a Mendoza, dejando al autódromo vacío y en silencio.

