El Mundial de Rusia que empieza hoy en Moscú marcará un hito histórico para la competencia y el país, ya que se constituirá en el primer evento deportivo y popular de máxima magnitud internacional desde que este país dejara de pertenecer a la Unión Soviética hace 28 años.


Atrás quedará entonces, como su dependencia de la URSS, aquel Juego Olímpico de 1980 que generó el boicot de algunos países participantes, entre ellos la Argentina, que por entonces era gobernada por una dictadura militar.


Pero ahora, en Rusia, sí estará Argentina con su nave insignia, el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, con el que competirán desde sus distintos seleccionados otras estrellas del firmamento futbolístico internacional como el portugués Cristiano Ronaldo, el brasileño Neymar Junior, el español Andrés Iniesta, el uruguayo Luis Suárez, o el mismísimo egipcio Mohamed Salah.


Los candidatos salen de corrido porque son los de siempre desde que en 1930 comenzaron a jugarse los mundiales de fútbol.


El defensor del título, Alemania, junto al pentacampeón Brasil se llevan todos los boletos de favoritos, mientras que en una segunda tanda se ubican España y Argentina, mientras que la joven Francia de Dembelé, Mbappé, Griezmann y Pogbá amenaza con convertirse en el quinto en discordia.


La Argentina tiene de entrada un plus: presentará a la mayor cantidad de entrenadores de esta nacionalidad entre los 32 participantes, con cinco de ellos, que serán Jorge Sampaoli, José Pekerman (Colombia), Ricardo Gareca (Perú), Héctor Cúper (Egipto) y Juan Antonio Pizzi (Arabia Saudita).


Por otro lado, el VAR (Video Assistant Referee) será una de las grandes novedades de este 21er Mundial de la historia, ya que se pondrá en marcha aquí para el certamen ecuménico con la intención de achicar al mínimo el margen de error de los árbitros en jugadas muy puntuales.


Si la experiencia será positiva (se estuvo implementando en algunos torneos internacionales y ligas europeas como la italiana) o no, dependerá de las inevitables polémicas que se generarán.


Si la sangre no llega al río se enmarcará como un éxito y seguirá adelante. Pero si las polémicas que inevitablemente se generarán pueden provocar trastornos a la propia organización, entonces puede ser debut y despedida.


Y será interesante referenciar entonces, mano a mano, si la tecnología es capaz de vencer con su perfeccionismo a un deporte tan imperfecto como la vida misma que es el fútbol, o este se impone con su magia y su impronta natural, algo que resultaría muy positivo para defender la magia que emana de los potreros pervivientes aún en el planeta, que siguen permitiendo que nada ni nadie sea más importante que una pelota y 22 jugadores tratando de domarla para beneficio propio.


Porque será inútil la magnificencia de los negocios, la imponencia de los estadios, los billarísticos pisos de los estadios, la prepotencia de los medios y hasta la presencia de estrellas que exceden el simple mote de futbolistas, si a todo eso le falta una simple y pequeña pelota número cinco que ruede con algún sentido. Como alguna vez le dijo Diego Maradona a Messi: "Para que ella entienda lo que querés, tenés que dejarle el pie, un poquito, como si fuera una caricia".


Maradona ganó como líder futbolístico de la Argentina el último Mundial celeste y blanco de la historia para el país. Ahora Messi, quizá su sucesor, tendrá, quién sabe, su última oportunidad de emularlo. Cuando el próximo sábado el equipo de Sampaoli debute ante Islandia, empezará a desandar ese camino.


Fuente: Agencia Télam.