El primer recuerdo que evocaron todos fue el Cantoni repleto. Como nunca antes lo habían visto. Fue el 3 de mayo de 2011 y hoy a 10 años, con el contexto actual de la pandemia, aquella imagen en la memoria toma un relieve inusitadamente nuevo. En esta fecha de aniversario, con los espectáculos deportivos sin público, el contraste salta inmediatamente.
UPCN le ganó aquella noche el séptimo duelo por la serie final al poderoso Bolivar, en una definición que es candidata a ser la mejor de todas las temporadas del vóley argentino. Era su primera conquista en la Liga. Una experiencia iniciática para prácticamente todos los que estuvieron involucrados en aquella campaña. Su técnico, Fabián Armoa, hoy a ese momento lo define como una revelación. “Ahí entendí todo”, indicó uno de los que todavía permanece en el club sanjuanino, con el que alcanzó los 22 títulos acumulados.
“La cantidad de gente que hubo esa noche en el estadio fue impresionante. Es lo que más recuerdo. Fue también cumplir lo que dije la primera vez que vi a Scoltore (Fabián, dirigente de ACLAV y representante de Bolívar), cuando queríamos sumarnos a la Liga. Que veníamos a ganar”, indicó ‘Pepe’ Villa, el dirigente que impulsó el proyecto en 2007.
UPCN y Bolívar volvían a encontrarse en la final del campeonato 2010/2011 como la temporada anterior, que en aquella ocasión significó el cuarto título seguido y el sexto en la historia para ‘el equipo de Tinelli’. A esta definición, con integrantes de la selección argentina entre sus filas, Bolívar era el equipo acostumbrado a jugar -y a ganar- finales. Y esa sensación fue la que reinó después que se impuso en los primeros dos duelos, ambos en el Cantoni. El segundo fue en sets seguidos.
La serie se trasladó a Bolívar y el manager, Enrique Valle – que en su oficina tiene una gigantografía del séptimo duelo-, repasó algunos momentos anecdóticos que terminaron siendo muy significativos. “Viajamos dos días antes y decidimos no ir a comer al lugar de siempre, para no coincidir con el otro plantel y ver como todos pasaban a saludar. Afuera de la ciudad, en la ruta reservamos un lugar para nosotros y recuerdo que Carlos León preparó 4 puntas espalda que llevamos de San Juan y ese almuerzo elevó la moral del grupo. Cuando fuimos al estadio a jugar el primer partido, vimos que debajo de las tribunas ya tenían preparado el cotillón para festejar y eso también despertó rebeldía. En el sorteo para empezar el partido, el que gana elige siempre recepción o saque. Pero Demián González prefirió elegir un sector de la cancha, lo que significaba que había que cambiar a todos de lugar. Eso les molestó a los locales”.
Lo que pocos creían, sucedió. UPCN, en dos partidos que terminaron en el quinto set, igualó la serie. En el último sucedió otro suceso inesperado que ayudó a torcer el rumbo. Bolívar había ganado los dos primeros parciales y estaba muy cerca de cerrar el tercero (para pasar a ganar la serie 3-1), cuando se interrumpió el suministro eléctrico y el estadio quedó a oscuras. La pausa obligada ‘enfrió’ al dueño de casa y la ocasión fue aprovechada por el equipo sanjuanino que revirtió el marcador.
El armador Demián González está radicado hace cuatro años en Brasil y asegura que tiene guardada un ejemplar de las 3 camisetas junto a la medalla de aquel torneo que considera inolvidable. “Todos los campeonatos que vinieron después fueron muy lindos. Cada año tenía su gustito: Sudamericanos, el Penta también fue muy hermoso, pero esa séptima final creo que nunca nadie va a poder olvidar”.
En el quinto partido, nuevamente en San Juan, UPCN pasó a liderar la serie, después de ganar otra vez por 3-2. El último punto lo anotó el líbero Sebastián Garrocq. El cordobés, que se retiró hace dos años como jugador profesional, comparó aquellos días con los actuales: “Quedó marcado porque ahora ves todas las canchas vacías y pienso que bárbaro como cambió el planeta. Y siento que fuimos unos privilegiados porque ningún estadio tuvo el marco como esa final. Fue una locura”.
En el sexto partido, en Bolívar, UPCN fue adelante en el marcador y no aprovechó una chance en el tercer set para conseguir el cuarto triunfo que lo declaraba campeón. Ese parcial, e más largo de todos, terminó 33-31 a favor de los dirigidos por Weber, que supieron remontar esa situación e igualar la serie, que se extendía entonces a lo máximo posible. El séptimo y último partido se jugaba en el Cantoni. “De regreso a San Juan, eran los jugadores los que querían ir a la concentración directamente para esperar el último partido, cuando antes no les gustaba la idea”, evocó Armoa para indicar la unidad que reinaba en el grupo.
Valle recordó que pusieron la venta de localidades un día antes en la sede del gremio y la cola de gente daba vuelta a la cuadra. “Llamaban de todo el país para contar lo que era esa final”. El equipo sentía la fuerza interior de poder ganarle al rival y lo concretó el 3 de mayo de 2011.
El sexteto inicial de UPCN fue Demián González, Alex Moreno; Gustavo Molina, Junior; Leonardo Patti y Kamil Baranek. Sebastián Garrocq, el líbero. Ingresaron Rodrigo Peres Lopes, Juan Aramburu y Abel Rojas: Completaron el banco de suplentes Heber García y Manuel Leskiw Auer.
En tanto, Bolívar se presentó con Luciano De Cecco, Federico Pereyra; Gabriel Arroyo, Sebastián Solé; Javier Filardi y Lucas Ocampo. Pablo Meana, el líbero. Ingresaron Badá, Iván Castellani y Nicolás Méndez. Los otros suplentes, Juan Riganti y Maximiliano Scarpín.
“Con ese título entendí como hacer el equipo, como jugar la Liga, como hacer todo. Fue el inicio de todo, realmente”, subrayó Armoa.
“Ir a San Juan fue un antes y un después en mi carrera. Fueron años de mucha construcción , mucho trabajo y logros muy importantes que quedarán para siempre en la historia del club. Fueron años de sacrificio y gloria en todos los sentidos. Es un lugar donde crecí deportivamente pero me marcó mucho también cómo persona y aprendí muchísimo en todos los aspectos”, sintetizó González.
“Por ser la primera vez para la mayoría en el plantel en ser campeón, por la forma que arrancamos esa final, ese año fue único. Uno de los secretos fue mantener la base del año anterior. Después vinieron muchos títulos, pero ese fue el que marcó el inicio de una cadena”, evaluó Garrocq.
Valle reconoció que “de sólo recordarlo, se me pone la piel de gallina. Lo que vivimos en esa final fue único e irrepetible. Era un club nuevo, que enfrentaba al multicampeón Bolívar y toda la fanfarria de Tinelli. Realmente pasó algo que pocas veces se dan en el deporte en general”.