El objetivo era llegar. Lo repitieron tantas veces como los 8.350 kilómetros que recorrieron durante 14 días entre Mar del Plata y Lima. Y ayer en la capital de Perú, luego de tantos sacrificios, alcanzaron la meta. El debutante Ricardo Martínez y el binomio Sisterna tuvieron su merecida celebración por haber conseguido completar lo que para muchos es una verdadera hazaña.
El Rally Dakar 2012 se encargó de ponerlos a prueba al máximo para tener ayer esa sensación de victoria personal cuando, cada uno en su momento, subieron a la rampa para desatar la alegría.
En total, de los 443 participantes que tomaron la salida en Mar del Plata de esta 33ra edición del Dakar, fueron 249 los que festejaron ayer en Lima: 97 motos, 12 quads, 78 autos y 60 camiones.
Entre ellos, estos sanjuaninos que al final padecieron distintas complicaciones. Los Sisterna, con 2 vuelcos incluidos, pasaron las últimas cuatro noches recorriendo las etapas en pleno desierto. Y a Martínez, junto al mendocino Sebastián Halpern como navegante, le pasó lo mismo en 3 de esas 4 noches.
Antes de partir, Ricardo Martínez afirmó que se llevaba una botella de Syrah que la tomaría solamente si llegaba con su Toyota standard a Lima. Y ayer la descorchó.
Los Sisterna habían prometido cortarse el pelo, al ras. Subieron ayer a las 17.54, hora argentina, a la rampa instalada en la Plaza de Armas de Lima, y luego se fueron a celebrar en familia. ¿Habrá comenzado a funcionar la maquinita?
Ricardo Martínez, sin experiencia en competiciones deportivas salvo una carrera el año pasado para prepararse para este desafío pero con una basta experiencia en transitar a campo traviesa por su profesión de geólogo, terminó como el 3er mejor piloto entre los argentinos, pero no fue ese un dato que ayer resaltara.
Los Sisterna, que habían terminado en el puesto 49 cuando debutaron en 2009, ayer probaron nuevamente las mieles del éxito, luego del abandono del 2011.
Volverán a San Juan como llegaron a Lima, manejando, aunque ahora por rutas asfaltadas. Ricardo lo hará con su hijo mayor, Ramón, y un amigo. Los Sisterna, con toda la familia que los acompañó. Así serán los primeros días posteriores a uno que marcó sus vidas.

