A los clásicos hay que jugarlos... y ganarlos. En esa Atlético Trinidad no perdonó porque con una estupenda actuación en el primer tiempo, donde generó no menos de 5 situaciones de gol, le pasó por encima a un Unión desconocido que aguantó solamente por la enorme actuación de su capitán, Carlos Biasotti. Fue finalmente triunfo del León por 2-1, justificado por ese gran primer tiempo y respaldado en una sólida actuación colectiva en la que se destacaron dos duplas: la de sus volantes centrales y la de sus delanteros.

Ni se habían terminado de acomodar en la cancha, cuando Juan Ruiz metió una deliciosa asistencia que dejó a Germán Gigena cara a cara con Biasotti. Iban apenas 2 minutos y el Gato no dudó para abrir el marcador. Un baldazo de agua fría para Unión que no hacía pie en el medio y que atrás, daba ventajas. Y claro, esas falencias le daría otro gran dolor de cabeza cuando a los 12', Barrionuevo le hizo penal a Gigena y Edgardo Díaz lo cambió por gol para poner el 2-0 sorpresivo en el "12 de Octubre". Se despertó Unión y casi descuenta con un violento remate de Villaseca que dio en el palo pero Trinidad estaba lúcido y no lo pudo terminar de aprovechar. Es que Biasotti se convirtió en invencible tapandole primero un tremendo remate a Gohinex, luego un cabezazo a Reina y por último el segundo penal que le hicieron a Gigena y que ejecutó Díaz. Quedaba vida en Unión y era solamente gracias a su arquero.

En el segundo tiempo, Unión cambió libreto. Metió tres puntas y defendió con tres atrás. Parecía que se le daba la reacción tan esperada cuando Steiner -recién ingresado- descontó a los 3'. Pero querer no es poder y el Azul empezó a chocar contra su propia impotencia. A los 20' Martina tuvo el empate en sus pies pero no pudo. Trinidad se reacomodó y de contra, puso en aprietos un par de veces más a Biasotti. Gohinex tuvo una clara después de una enorme corrida por la izquierda pero no acertó en la definición. Así, lentamente, el tiempo empezó a jugarle en contra a Unión. Ya no podía pensar. Era ir con lo que fuera y esperar ese milagro que nunca llegaría. Trinidad, tranquilo, se acomodó para defender lo que se había ganado en la primera parte. Con eso, le sobró para darse un gustito muy especial.