La espera terminó. El día señalado llegó. Todo el trabajo de un semestre se verá plagado en el juego de esta tarde, a las 17, ante Ferro. Será al todo o nada. La gloria o el infierno. La felicidad plena o el rotundo fracaso. Es el partido más importante del último año y medio para San Martín. El juego que le puede dar el ascenso a Primera División en la última fecha de la B Nacional. Ganando, será de Primera. Mientras que el empate o una derrota lo favorecerá según cómo terminen los demás encuentros de la jornada.

Por eso es que hoy la especulación no cuenta. Para el Verdinegro es la victoria y poder desatar el festejo que lo ponga en la elite del fútbol argentino por tercera vez (como en el 2007 y 2011).

La mesa está servida. El clima es el ideal. Jugará de local. A estadio lleno. Con su gente. En una cancha en la que nunca perdió. Ante el último de la zona que no tiene obligación alguna.

La tarde pretende ser una fiesta y para eso San Martín debe volver a ser San Martín, al menos por 90 minutos y olvidarse que hace 5 partidos que no gana ni convierte un gol, que tuvo una segunda rueda para olvidar, y que su producción futbolística decayó. Hoy nada de esos antecedentes sirven. Hoy es un partido aparte. Una final. Que debe ganar como sea para ascender.

La propuesta, iniciativa y despliegue deben ser los correctos y por eso para esta tarde el Yagui Forestello mete 5 cambios. Es real que pierde piezas vitales como Bogado y Poggi, pero los que entran tienen vasta experiencia que es una las virtudes que hace falta para una final. Adentro Ramiro López, Marcos Gelabert, Mauro Milano (todos volantes) y la dupla ofensiva Marcos Figueroa y la apuesta por Rodrigo Alaniz (Carlos Bueno irá al banco porque no se recuperó en plenitud de su desgarró).

No será el equipo ideal, pero es el que tiene todo para quedar en la historia de San Martín. El gran día llegó. Es el juego del ascenso. Sólo queda ganar para volver a Primera. La fiesta está por llegar.