10 presidentes en total: 8 democráticos y 2 de facto. Cuatro cambios de moneda. Denuncias por corrupción, pedidos de renuncia por doquier, rivales ocasionales en algunas de las nueve votaciones en que fue reelecto. Todo eso, y muchísimo más, superó Julio Humberto Grondona siendo el presidente de la AFA, convirtiéndose con el paso de los años, sin dudas, en el hombre más poderoso durante este periodo democrático en la Argentina.

Asumió bajó el mando de Rafael Videla en 1979 y se irá en octubre del 2015, según anticipó ayer, bajo la conducción de Cristina Fernández de Kirchner. Pero a lo largo de sus años en el sillón mayor de la calle Viamonte trenzó negocios económicos con todos: militares, peronistas, radicales, tal cual es justamente su inclinación política. De hecho, Don Julio se paró en la vereda opuesta de los dirigentes de este partido cuando antes del Mundial de 1986 querían echar a Carlos Bilardo. Lo dejó al Narigón y después, junto a todo el plantel y el DT, estuvo en el balcón de la Casa Rosada con la copa del mundo.

Grondona, quien como futbolista era un diez talentoso pero vago, según se autodefinió en una entrevista con El Gráfico, incrementó su patrimonio de forma exponencial, aunque nunca se conoció su declaración jurada. La ferretería familiar anduvo bien en estas más de tres décadas, pero ¿para tanto? “Nunca tuve miedo de ir preso. Será porque hice las cosas bien”, se autoelogió.

A nivel internacional, fue la mano derecha de los últimos dos presidentes de la FIFA, Joao Havelange (24 años de mandato) y Joseph Blatter (lleva 15 en el cargo). Ambos le agradecieron con grabadores encendidos su capacidad de captar votos en diferentes partes del planeta. Grondona, fundador del club Arsenal, no sabe otro idioma que el español, pero conoce aspectos del fútbol como muy pocos. “Hablo español solo, es cierto, pero tengo una ventaja: hablo muy bien el idioma del fútbol. Y ese idioma no todos lo saben hablar”, se jactó hace un par de años.

En su primer año como jefe del fútbol argentino tuvo un entredicho en la cancha de Central Córdoba y nunca más observó en un estadio argentino un partido de la AFA. Sólo va a ver a la Selección argentina cuando hace de local. “Por cuatro años”, respondió cuando se lo consultó sobre qué pensó cuando llegó en 1979 para comandar la AFA. Se quedó un poco más de tiempo, aunque ayer se puso fecha de vencimiento.