Con una apuesta a la esencia pincharrata que tantos éxitos dio en finales de los 60 y principios de los 70, Estudiantes de La Plata reconquistó América conducido por Juan Sebastián Verón que volvió al club de sus amores para vivir lo mismo que vivió su padre en los 70. Con fútbol simple, mucho orden y gran actitud, Estudiantes fue pasando peldaño por peldaño hasta llegar a la serie final contra el Cruzeiro de Brasil.

El ciclo del Jefe, Leo Astrada, había terminado a los tumbos y la elección del Pincha fue darle pista como conductor a Alejandro Sabella, un cultor del perfil bajo, de hacer más que hablar y, rápido, se le dieron los resultados. Empezó armando una defensa impasable con Desábato y Alayes, con Mariano Andujar en el arco. De atrás para adelante, apostando todo a Mauro Boselli como goleador, incluso comprando parte de su pase a Boca Juniors como para terminar de levantarlo anímicamente. Y claro, el as de espadas era Juan Sebastián Verón que decidido a jugar su última Libertadores, lo hizo para ganarla. Y así, de la mano de La Brujita, se potenciaron jugadores como Braña, Enzo Pérez y Leandro Benítez para terminar reconquistando una Copa que está dentro de la mística de Estudiantes.