Apareció así, sin más. En medio de toda la parafernalia de autos, motos y camiones que entraban y salían del vivac instalado en el Predio Ferial, la moto minicross Yamaha parecía casi de juguete. Al principio nadie advirtió que ese flaco desgarbado, de remera azul y bermudas, que le quedaba demasiado grande a una moto tan minúscula, era nada menos que Marcos Patronelli, el ganador del pasado Dakar en cuatriciclo.
"¡Patronelli, Patronelli!" empezó a gritar la gente contenida por las barandas y hasta los gendarmes que tenían a cargo la seguridad, se sorprendieron. Como podían, trataban de evitar que tantas manos alzadas sobre el corralito no tiraran abajo las barandas, tratando de sacar fotos al ídolo que daba vueltas en el reducido espacio que quedaba entre el público y la puerta de entrada.
Las más de 3.000 personas reunidas antenoche sobre calle 25 de Mayo y a lo largo de Las Heras eran la imagen viva de lo que despertó el Dakar en los sanjuaninos. Como la familia Ortiz, que se vino de Valle Fértil para ver de cerca a los pilotos, igual que hicieron el año pasado. "Llevamos aquí un par de horas y la verdad que es increíble", dijo el papá, mientras Javier y Juan Cruz se trepaban a lo que podían para ver mejor. Cerca de ellos, Andrés, que salió de trabajar y buscó a su hijo Lautaro para venirse al vivac, hacía caso omiso del calor y el cansancio. "Me impresionó la logística. Esto hay que verlo, porque si te lo cuentan, no lo podés creer", dijo.
Una pareja de abuelos, Mario y Susana, que cedió al insistente pedido de su nieto de 7 años, se asombraba con el tamaño de los camiones. Y junto a ellos, cansados y acalorados, tres turistas franceses, Charles, Armand y Baptiste, reponían fuerzas antes de buscar un lugar donde ir a comer. "Hace calor, pero en ningún otro lugar vimos tanta gente como acá en San Juan", dijo Charles, el único que hablaba un castellano entendible.
Aunque eran pasadas las 11 de la noche y al otro día había que trabajar, nadie se movía de la puerta y los alrededores del vivac. Fue lo primero que sorprendió a Stefan, un alemán que vino con el Dakar y que se decidió a disfrutar un chori bien sanjuanino en un carrito de calle Las Heras. "De todos los lugares, aquí es donde la gente mostró más cariño", dijo el alemán.
Ya en el centro, el acostumbrado ritmo nocturno de la ciudad también se veía alterado por los personajes que circulaban por sus calles, aún cuando ya era pasada la medianoche. En el Gran Hotel Provincial, un grupo de periodistas extranjeros y locales seguía trabajando después de hora, para mantener informados a sus respectivos medios. Desde la cocina del hotel, confirmaron que no hubo pedidos estrafalarios para la cena y que casi todos quisieron carne en sus platos.
Fue, sin duda, la noche más larga para los visitantes, porque a pesar de las pocas horas de descanso, alcanzó para recargar pilas antes de la siguiente etapa. Y para los sanjuaninos porque otra vez, como el año pasado, vieron pasar por sus calles y rutas a esas figuras casi de leyenda.