Una película de Hollywood no le quedaría para nada grande a su vida. Se trata del chico que a base de piñas se abrió paso y buscó un mejor porvenir. Un pibe que vivió la separación de sus padres desde pequeño, que sufrió el desarraigo junto a uno de sus seis hermanos apuntando a un trabajo más remunerado y que de grande padeció uno de los peores dolores que puede tener un ser humano: la pérdida de un hijo, que en su caso resultó peor pues se trataba mellizas. A todas estas barreras que le puso el destino las logró superar y ahora Mauricio Javier Muñoz, o Mauro como le llaman sus seres más cercanos, se encuentra en la puerta de su capítulo estelar a nivel deportivo si su vida formara parte de una biografía del séptimo arte. El sanjuanino partió ayer rumbo a Macao, China, para disputar el 27 de este mes el título mundial pluma de la Federación Internacional de Boxeo ante el ruso, Evgeny Gradovich. En el adiós ayer a las 14.30 en Mendoza, donde tuvo que radicarse desde enero para tener una preparación adecuada a semejante desafío, lo acompañaron sus tres hijos, su pareja, entre otros seres queridos por el Negrito. Se fue sin el cinturón y soñando, tal cual marcó en su cuenta de Facebook antes de partir ("ya está todo listo, el 27 hacemos historia para San Juan”, escribió), regresar con un triunfo que le cambiaría la vida por completo. Al fin y al cabo, de lograrlo, cumplirá el sueño de toda su vida.

La infancia de Muñoz distó mucho de ser un cuento de rosas. Se crió en su Chimbas natal, frente a la Villa Rosa, junto a su madre y cuatro de los seis hermanos, pues las dos mujeres más grandes se fueron de casa al casarse. La separación de los padres lo golpeó muy fuerte, aunque de chico entendió cuál era su rol al ser el más pequeño. "Era duro: en el Día del Niño, los Reyes, no había regalado para nadie. Había que ayudar entre todos para aportar en la comida. Uno desde ahí tuvo que saber que la vida no sería sencilla”, explicó el púgil que comenzó su carrera en el Club Landini hace 13 años y de la mano del técnico chileno, Rubén Ojeda, de quien tuvo que separarse este año para irse a Mendoza, junto al equipo del campeón mundial mosca, Juan Carlos Revecco.

Las mudanzas fueron una constante en la vida de Mauricio. A los 12 años se fue con su familia a la Villa San Patricio. Por entonces y tal cual hacía el excampeón mundial, el santafesino Carlos Baldomir, en su Santa Fe natal vendiendo plumeros, Muñoz se ganaba la vida en la calle. "Conocí un señor muy bueno que me hacía laburar con él haciendo copos de nieve. Esa persona fue muy especial para mí”, recordó el sanjuanino, quien hace dos años tuvo su primera chance por un cetro mundial cuando cayó en Japón por nocaut ante el local, Nishioka Toshiaki. El estudio ya formaba parte del pasado para Mauricio: terminó la Primaria, pero no pudo pasar del Primer Año de la Secundaria, aunque remarcó siempre que pretende finalizarla cursándola de noche. Mauricio se llevó siempre bien con sus hermanos, aunque con uno de ellos, Ricardo, compartió momentos duros y también la pasión por los puños. "Siempre íbamos juntos a todos lados. En el 2000 viajábamos los dos en una sola bicicleta más de cinco kilómetros para entrenarnos en el Landini. Muchas veces se pinchaba una rueda y había que ir volver caminando", apuntó. Fue junto a Ricardo, padrino de uno de sus hijos, con quien vivió un año en Cabildo, Chile. "Nos fuimos para allá a trabajar en el tema del campo. Vivíamos en una casa junto a Roberto Cabrera. Estuvimos un año y cuando podíamos hacíamos algunas peleas amateurs", retrocedió el Negrito sobre ese momento de su vida.

De regreso a San Juan decidió dejar el hogar materno y empezó a transitar el largo camino por distintas casas que alquilaba junto a su hermano. Formó una familia junto a su pareja, Belén, y llegaron los primeros dos hijos: Félix y Santiago, de actuales 7 y 4 años, respectivamente. En el 2009, la vida le dio un golpe terrible, aunque no lo noqueó. "Mi señora estaba esperando mellizas, pero las perdió. Fue algo tremendo lo que pasamos. No quería saber nada con seguir en el boxeo. Diría que hasta se me habían ido las ganas de vivir. Seguí por mi señora y mis hijos vivos, pero ese dolor es imposible de olvidar", puntualizó, con la voz más entrecortada que nunca durante su repaso desde pequeño.

Claro que al año, llegó una estupenda noticia: el nacimiento de un nuevo heredero, José, que ahora tiene 3 años y ayer estuvo también en el aeropuerto mendocino para despedir a su papá.

"Siento que es mi momento. Que tanto trabajo tiene que dar sus frutos. Voy a China con la ilusión de cumplir el objetivo que tengo desde que largué en el boxeo hace 15 años. Sé que va a ser una batalla ante el Ruso, pero voy a dejar todo por ser campeón mundial", resultó su frase de despedida antes de dejar suelo argentino.

Muñoz busca lo que no pudieron auténticos referentes de nuestra provincia como Goyo Peralta, Raúl Venardini, Víctor Echegaray y Mario Cabello, entre otros. Va por un título mundial de una entidad con gran reconocimiento como es la FIB. Tiene argumentos para hacerlo y una ilusión que arrancó desde sus "batallas" en las canchitas de fútbol del Lote Hogar 8 o 15, donde a fuerza de puños se ganó el respeto de los más grandes. Ayer partió rumbo a Macao, la ciudad de donde puede regresar dentro de nueve días con un cinturón como el mejor del mundo.