San Juan, 4 de julio.- Parecía que los hinchas lo presentían. O tal vez, se habían quedado sin fuerzas después de una lucha tan larga. Frente a la pantalla gigante, en la plaza 25 de Mayo, sólo oyó se silencio.
Aún cuando Lionel Messi metió el primer penal, el único que entró, el festejo fue tímido. Los sanjuaninos no se animaban a celebrar. Después, todo fue desolación.
Dedos cruzados, caras cubiertas con banderas, gorros y bufandas celestes y blancos y, después, la tristeza que se marcaba en cada rostro.
El final ya estaba anunciado. No hubo gritos, insultos y ni siquiera ojos brillantes. Sólo caras serias y brazos pegados al cuerpo.
De a poco y sin avisar a quienes tenían al lado, las personas empezaron a caminar para desconcentrarse. Una vez más, después de un año, todos se sintieron muy cerca de ser dueños de una copa. Y luego padecieron la decepción de perderla.
