Por eso ayer los pocitanos no se sorprendieron en ver su coqueta plaza adornada con dos arcos y las vallas inflables.

Había que hacer una etapa en Rural bike y no había lugar más propicio para desarrollarla que no fuera la tierra que suele ser epicentro de muchas jornadas ciclistas. Sus campos sembrados abrieron sus venas al paso del enjambre multicolor. Las cuadrillas de cosechadores dejaron por un momento de llenar las bolsas con las cebollas producto del esfuerzo de mucha gente que de sol a sol, con viento o lluvia la preparan y siembran.

Ver un pelotón de ciclistas fundirse en esos distintos tonos de verde fue un espectáculo en si mismo. El que sólo puede entregar la pasión por un deporte.