Las palabras para intentar describir los hechos se terminan repitiendo. Incluso hay algunas que prácticamente son "abonadas fijas" en títulos secundarios de las crónicas de partidos de fútbol, como "Incidentes" o "Disturbios". Y ese problema, que no es nuevo, es un enemigo interno que se sigue alimentando, debilitando a un espectáculo que a todos les gustaría ver en realidad seguir creciendo.

Ayer hubo dos partidos en San Juan. En San Martín - CAI, por la B Nacional, se generó una gresca en la que el técnico Darío Franco vio peligrar la integridad física de un hijo. Y ese hecho no ocurrió en la popular, por lo que el poder adquisitivo de los que van a la cancha no separa a espectadores de alterados.

Y en el otro, Del Bono - Unión, simplemente muestra que es difícil la convivencia. Porque los enfrentamientos previos al partido, que obligaron a postergarlo -incluso podría haberse suspendido-, no tienen justificativos racionales.

Ni siquiera podría decirse que fue una "fea casualidad". Ya es usual que cualquier partido, sea de la categoría que fuere, al menos el partido esté suspendido algunos minutos porque una parcialidad arrojó una bomba de estruendo que detonó cerca de un jugador, intentó invadir el campo de juego o comenzó a destrozar las instalaciones.

Y las consecuencias ya se ven. Las tribunas no son un espacio seguro y muchos futboleros desisten continuamente en seguir yendo a la cancha, simplemente porque no se van a exponer a un peligro personal (físico o psicológico) por lo que es simplemente ver un partido de fútbol. Salvo una campaña descollante, ya no hay un equipo que "llene" la cancha por el sólo hecho de presentarse.

También hay medidas que aceleran todavía más esta tendencia. Ya hay partidos en los que se dispone que no haya público visitante. Y el reciente "Deporte para Todos", con el que se podrán ver los partidos por la pantalla, más gente decidirá sentarse frente a la tele, antes que arriesgarse a ser herido en una cancha.



Lisandro Peyran

Editor de Deportes