Messi, Messi, Messi y sólo Messi. La sorpresa, el desequilibrio y la cuota indispensable de picardía y recursos cuando los rivales se cierren, sólo la aporta el 10. Ningún otro. Preocupante. ¿Quién cambiará la ecuación de los partidos cuando el mejor del mundo no se encienda?

En la lista de 23 de Sampaoli hay laterales que pueden jugar de centrales (Rojo y Mercado), un volante central como Mascherano que puede replegarse cuando se defiende, un lateral como Acuña que puede moverse por izquierda y derecha. Pero no hay nadie que pueda entrar y generar un sismo.

Si el nombre es Dybala, Sampaoli parece no tenerlo entre sus opciones inmediatas de recambio. Si ese revulsivo es Meza, sabe a poco. Tal vez Pavón, pero es joven todavía para cargarle esa mochila. Eso sí, ‘el 7 bravo’ de Boca ya tiene el mimo de Messi que habló de su nuevo “socio”. Ojalá con su velocidad rompa defensas.

Pero cuando la referencia es hacia un revulsivo, no necesariamente debe ser un movedizo jugador que con su gambeta complique al rival, sino también un ‘9’ clásico que pueda en momentos de agonía salvar la ropa, de esos que van en busca del ‘testazo’ que rompa el arco rival. No es momento de llorar sobre la leche derramada, pero un Icardi o un Alario eran nombres propios para ese rol. 

Preocupa la falta de variantes para cambiar un partido chivo. Porque los va a ver. Si Islandia se cierra o Nigeria se abroquela, y Messi no es la solución ¿quién podrá ayudarnos? Ni hablar si ese escenario ocurre en octavos o en cuartos, cuando el resultado pueda ser directamente proporcional a la vuelta a casa.