Quién no escuchó alguna vez hablar de San Petersburgo, en alguna película de la guerra fría o en algún libro de historia moderna, ese lugar con aires de zares y rebeldía. Esta ciudad es la segunda más grande del país más grande. La que tuvo tres nombres en su historia, y la que le robó al protagonismo a Moscú por más de dos siglos, cuando pasó a ser la capital en la época imperial.

Fundada por el zar Pedro el Grande en 1703 con el objetivo de ser "La ventana a Europa". Y es de lo que uno se percata viniendo justamente desde Moscú. Tiene ese aspecto en un país donde la mayor parte del territorio está en Asia. Otra de las grandes diferencias es que está compuesta por islas y la atraviesan muchos canales y puentes.

La Avenida Nevski es la principal calle-boulevard y el centro neurálgico de la urbe. Llena de tiendas de alto nivel, bares y restaurantes, la asemeja más una capital europea. Y pensar que se llamó Avenida 20 de Octubre durante la época comunista, en referencia la fecha de una de las mayores revoluciones del pueblo en contra del poder.

Sin embargo, la metrópoli guarda similitudes con Moscú como la arquitectura apabullante propia de la opulencia zarista. Esa esencia se deja notar en la mayor parte de los monumentos, catedrales y palacios, propio de lo que fue un imperio poderoso.

El actual presidente ruso, Vladimir Putin, nació en San Petersburgo y por eso el distrito comenzó a recibir más atención del Gobierno nacional desde su nombramiento. Así, con esa mezcla de clásica, revolucionaria, moderna, misteriosa y tantas cosas más es San Petersburgo, quizás el maestro Fiódor Dostoievski, que la retrató en Crimen y Castigo la define mejor: "La ciudad inventada, la más fantástica y premeditada del mundo".