Todo el mundo debe haber escuchado la frase "fútbol, dinámica de lo impensado", que supo etiquetar hace mucho tiempo el maestro Dante Panzeri. Y es bien cierta. No le caben dudas. Porque así es el fútbol. Puede que haya esquemas o formas preparadas para jugar un partido, pero ya en la cancha puede pasar cualquier cosa.
Claro que si un equipo es ordenado, disciplinado y ejecuta los movimientos que tiene preparados, le terminará llevando algo de ventaja a un rival que, no sólo puede verse sorprendido, sino que no tiene las armas para contrarrestar ese juego planificado.
Ahí estuvo la diferencia de ayer en el Superclásico. River llegó a la Bombonera sabiendo muy bien lo que tenía que hacer. Y si bien en los primeros minutos del partido se agrupó aguantando los ataques Xeneizes, después poco a poco regó la cancha de su juego ordenado.
Le quitó la pelota a Boca y se movió con inteligencia. Fue efectivo en los momentos cruciales. Primero, con aquel golazo del "Pity" Martínez. Después, en el complemento, con la puñalada de "Nacho" Scocco. Y ese segundo gol llegó cuando Boca se lo había llevado por delante. El local largó el segundo tiempo a puro corazón, entrega y presión. Obligando al Millonario a replegarse y quedó de cara al empate. Pero fue River el que volvió a marcar y ahí terminaron las aspiraciones de los del Mellizo.
Hay que ver qué dejó este Superclásico en lo anímico. Es que los dos están en sueños inclusive mayores, como la Copa Libertadores de América. ¿Será este un envión para River? Al menos lo fortalece, aunque el Millonario tiene una misión por demás complicada con Independiente. ¿Será este un golpe que le sirva para cambiar de timón a Boca? Puede que sí o puede que no. Todo está por verse.