En las dos finales, las hinchadas se comportaron de la mejor forma posible. Ambas alentaron a sus respectivos equipos sin violencia, solamente un par bombas de estruendo en la cancha fueron la nota negra de la tarde.
Antes de arrancar el partido los 500 hinchas del Naranja pocitano se hacían sentir en la tribuna Sur de la cancha de Trinidad. Por su parte los de Rivadavia, que menos en ese momento, no se quedaron atrás. Con el partido ya comenzado, el grueso de la hinchada de Rivadavia ingresó al estadio del León y así 600 hinchas, con bombos, redoblantes y bombas de estruendo se hicieron sentir. Después del ingreso de la parcialidad de Rivadavia, comenzó la verdadera fiesta de las dos hinchadas.
Con el correr del partido el aliento se hacía sentir de los dos lados, pero se fue apagando cuando el partido entró en un pozo. Solamente un par de bombas de estruendo y las trompetas se hacían escuchar.
La segunda parte se vivió con la misma intensidad del comienzo, ambos alentaban a sus jugadores para quedarse con la final. Y sufrían con cada oportunidad que desperdiciaban.
Con el gol, los de La Bebida dieron rienda suelta a los festejos y el "¡dale campeón, dale campeón, dale campeón!" fue un himno que no se cansaron de repetir. Los de Pocito recriminaron luego un penal a favor no sancionado, pero la fiesta del fútbol nunca estuvo en peligro. Y en estos tiempos, no deja de ser noticia.

