La demostración de calidad pugilística desarrollada antenoche por el quilmeño Sergio ‘Maravilla‘ Martínez ante el mexicano Julio César Chavez Jr., sirvió para resumir en 36 minutos qué se debe y no se debe hacer sobre un cuadrilátero.
Durante once asaltos, el argentino, ofreció una cátedra de técnica a los 20.000 espectadores que asistieron a Las Vegas y a las varias decenas de millones que siguieron el combate por televisión. Para que la clase fuera magistral sólo faltó que noqueará a su adversario. Luego se supo que en el cuarto round se había fracturado su mano izquierda, motivo por el cual no pudo rematar de manera contundente el concierto que exhibió, martirizando al Junior, con su mano derecha, que para Maravilla, por ser zurdo es su mano de apertura. Si la lesionada hubiera sido la derecha, tendría que haberse bajado del ring, porque hubiera estado condicionado a cambiar bomba por bomba lo que, por lo vivido en el último minuto de la pelea, cuando cayó conectado por dos ganchos del mexicano hubiera sido un suicidio.
Hace unos meses, luego de la pelea previa de Chávez, en esta misma columna, escribí que Martínez tendría que bailar mucho para derrotar al azteca, quien había madurado bastante. Eran momentos en los que el bonaerense estaba más cerca de las marquesinas de la farándula que de las luces del ring. Y después de ver la pelea que ganó de manera magnífica, no queda otra que afirmar que bailó para no darle blanco fijo a su, once años, más joven rival al que ‘bailó’ peleándolo desde afuera.
Chávez Jr. acostumbrado a pelear con fajadores, que se plantan a cambiar golpes, recibió una paliza de un fantasma, que contrariamente a lo que pensaba su rincón no se subió a la moto para escapar, sino que lo hizo retroceder descargándole andanadas de manos que dejaron la cara tumefacta.
Ahora bien, ¿es Chávez tan mal boxeador como pareció antenoche? La respuesta es negativa y se apoya en que Martínez es tan bueno que a sus rivales los hace parecer amateur. Es, sin dudas, un maestro en el arte del boxeo.
