"No hay problema, lo espero a esa hora". No tutea nunca a su interlocutor, apenas dos años mayor que él. Acepta hacer la nota apenas una hora antes de irse a trabajar ocho horas en su empleo en el Parque Industrial con el cual mantiene a su esposa y sus tres hijos. Recibe a DIARIO DE CUYO en la casa de su hermano, Ricardo, en Chimbas. Tímido, amable, respetuoso y sincero como de costumbre, se hace la nota sin el rec del grabador trabajando. Con personajes así es un elemento que inhibe más de lo que suma. El fotógrafo le pide que mire al cielo, que gire para la derecha, que lo haga para la izquierda, que levanta el brazo, etc, etc. Accede como siempre, pero la sonrisa no le sale cómoda. No es su ámbito el de los flashes. Lo suyo son los puños. Es pelearle a la vida. Ya no anda en bicicleta, pues hace dos años se compró un Peugeot blando 404 para moverse algo más cómodo y evitar el frío que le taladra la piel en madrugadas de invierno rumbo al laburo. Ya no vive en la Villa Catamarca, ahora está en la Villa San Patricio, junto a su madre y su familia. Cuenta lo difícil que le es alquilar por tener ya tres herederos. En su pasado, además de las carencias económicas que padeció, también tiene un dolor gigante como la pérdida de un embarazo de su señora. Los tres varones que juegan a su alrededor durante la entrevista son sus ojos. El motivo para asegurar que "quiero tener una casa para ellos y mi mujer".

Sostiene que "tiene todo para ser campeón" y que "se tiene fe". Que de su rival, el nipón Toshiaki Nisioka, sabe que es zurdo y que va para adelante como loco. Que es más chiquito que él en cinco centímetros. No lo vio por internet, porque con la red de redes no se lleva muy bien. Nunca le gustó salir de noche por los boliches y menos ahora que está cerca de pelear por su sueño. Ese que lo puede llevar a la cima mundial. Se trata del boxeador Mauricio Javier Muñoz. Un pibe tan bueno que parece increíble que arriba del ring pueda hacer tanto daño con sus puños. Un luchador de la vida que el 1 de abril en Tokio puede ser campeón mundial supergallo del CMB.