Fue superior y más inteligente en todo el partido. El planteo español sacó rédito y con la chapa de campeón se encaminó a otro título para mantener su hegemonía. Nunca estuvo en duda que el resultado se le escapara. Pegó de entrada y lo complementó con otro grito para sacar una ventaja impensada en la previa, pero que en la pista estuvo. Lo nervios argentinos, la tranquilidad española. Dos formas de jugar al hockey y una táctica, la de España, que otra vez volvió a superar a la técnica argentina.
Los europeos siempre estuvieron bien plantados. Sólidos en defensa, tomando hombre a hombre y sin dejar hueco para el remate nacional. Mientras que en las salidas nunca se apuraron, rotaron, hicieron circular el juego y utilizar los 45 segundos de posesión. No la regalaron porque de contra les podía costar.
España estuvo bien plantado, y cuando Argentina levantaba en sus intenciones, la frenaban con un gol. En el arco, Guillem Trabal fue una muralla y Jordi Bargallo su estrella para hacer y deshacer a gusto y paladar.
La contra fue que cometió muchas faltas, cortó el juego, pero con el resultado siempre a su favor era un lujo que se permitía. Los nervios de Argentina y esa desesperación por descontar la simplificaron el camino. Más profundos, prácticos y sin brillar, pero luciendo como una máquina aceitada.
Demostró su poderío cuando la nacional se le acercó. Cuando se puso a tiro con el 2-3. Y en 11 segundos, Panadero y una bomba de mitad de cancha de Gil, impusieron respeto. Constante rotación de sus jugadores para nunca quedar descubiertos y otro título más para seguir demostrando que la táctica superó a la técnica.

