21.52. Entra Argentina a la cancha. La popular norte explota. La cabecera del otro lado y las plateas este y oeste acompañan con palmas un momento histórico. Pero todos saben que la máxima emoción está por llegar. Entonces, Diego Armando Maradona ingresa al más verde que nunca césped del Hilario Sánchez, con su renguera a cuesta por la maltrecha rodilla izquierda. "Olé, olé, olé, Diego, Diego”, retumba una, dos, tres, decenas de veces en Concepción. El Diez, amable igual que en la conferencia de prensa del día anterior, levanta su pulgar derecho y hace el gesto de ok. Pero lo mejor se da cuando arriba al banco de suplentes, lugar al que volvió tras la suspensión de dos meses que le dio la FIFA por los exabruptos post clasificación en Montevideo. Decenas de celulares inmortalizan el momento y el Pelusa accede a ponerse, alambrado mediante, cara a cara con sus fans, que a esa altura lo veneran. Como un imán. Como la única estrella de la noche.
Como ya es costumbre en él, Maradona bajó primero del micro que llevó a la selección del Del Bono Park, donde el DT se hospedó en el tercer piso y estuvo todo el día en su habitación, hasta el estadio de San Martín. Aunque todos pensaron que sería un ingreso con cara de póker y sin decir nada, Diegote se paró ante los periodistas y habló cinco minutos antes de meterse en el camarín local. "Clemente, Erviti, Sosa, Gaitán, son chicos que pretendo mirar y por eso los pongo de entrada”, tiró el campeón Mundial en México "86 haciendo nombre propios sobre un sector del campo de juego donde no haya alternativas: los costados.
El partido lo vivió todo el tiempo de pie. De manera unipersonal, porque salvo una que otra queja por un fallo del árbitro Amarilla, jamás se dio vuelta para charlar con sus ayudantes de campo, Mancuso y Enrique. Tan fieles como silenciosos
laderos del entrenador. Metió un "’goolll!”, con el cabezazo de Sosa para la apertura del marcador y se enojó, con mordida de labios incluida, ante el empate de tiro libre visitante. "Tenían que saltar más" , fue el reproche para la barrera. Con Burdisso anotando el segundo volvió a sonreír, luego de estar más que tenso ante el dominio del balón de los visitantes. Después otra vez a sufrir con el 2-2 y el desahogo con el tanto de Jara, llamado sobre el final de la convocatoria.
Tomó agua. Transpiró la camiseta negra que utilizó. Se saludó con todos sus dirigidos y los rivales, post último pitazo de Amarilla, quien lo advirtió en el complemento por protestar algunas faltas. Volvió Diego y fue el imán de la noche.