El último minuto del primer tiempo marcó un antes y un después en el partido que la Selección argentina goleó a Chile. Es que del apretado y nervioso 2-1 a favor, el Albiceleste lo convirtió en un cómodo y concluyente 4-1. Primero con un gol de penal del Mono Velázquez y después con una corajeada de Pablo Alvarez que llegó coincidiendo con el sonido de cierre de esa etapa. Lo que quedó, el complemento, sirvió para que el equipo de José Martinazzo se floreara y redondeara una goleada generosa (12-3) que sirvió, principalmente, para dos cosas: reforzarse plenamente en lo anímico y dejar en claro que los goles son los que afirman los sueños de este equipo argentino.

La gente, por supuesto, complacida y feliz. Tanto que cantó como nunca en varios pasajes y hasta se armó de coraje para desafiar a un Portugal que hoy, en semifinales, será el rival de turno para pasar al objetivo más grande que es jugar la final del Mundial San Juan 2011 de hockey sobre patines.

Claro, en el camino a tanta felicidad, la Selección argentina tuvo que sufrir impensadamente más de la cuenta al principio del partido. No sólo porque Chile se le paró bien concentrado enfrente y aprovechó cuanto error tuvo el equipo argentino sino porque el Albiceleste careció de firmeza y contundencia pese a tener tanto dominio de bocha frente al rival. Martinazzo reaccionó con los cambios después que Chile abriera el tanteador (un penal de Fernández). Sacó a Emanuel García (en ese lapso de andar intrascendente pero en el complemento con sus condiciones goleadoras a full) y mandó a Nicolía.

Tanto fue así que al propio Nicolía le convirtieron el penal que derivó en el inmediato empate argentino de Nalo García. Y, un par de minutos después, sacó a Abalos y mandó al ruedo a David Páez quien, igual que ante Italia, ordenó y tranquilizó el juego argentino porque es estratega por naturaleza. Entonces no extrañó que el local lo diera vuelta (golazo de Nicolía) ni tampoco ese final con hambre de gol. Que tuvo en ese minuto faltal para Chile en el que Argentina cerró psicológicamente el partido para irse al descanso con aquel 4-1 que ya no tendría vuelta.

En el complemento arrancaron de titulares los cuatro jugadores que salieron en el banco cuando empezó el partido. Entonces, con la seguridad del Mono en el fondo, la inteligencia para mover los hilos de David y la contundencia del resto, llegó el festival del gol.

En el medio, el técnico argentino apeló a su fórmula de ir moviendo permanentemente el equipo. Por ahí se dieron dos descuentos chilenos pero no importaron al lado de la tormenta de festejos argentinos.

El clásico trasandino ya es historia. La Argentina, con sus goles, demostró que quiere más. Y hoy, ese más, tiene nombre: Portugal.