Buenos Aires, 10 de noviembre. "Pellegrini dimisión, Pellegrini dimisión", gritaron fuerte los hinchas del Real Madrid, mientras insultaban a todos por doquier, no se salvó nadie. Sólo el intocable Raúl, a quien el técnico chileno tuvo que apelar para ver si apagaba el incendio.

Una vez que terminó el partido los jugadores del Alcorcón estallaron en lágrimas de emoción, mientras los hombres del Rel Madrid se iban a las corridas al vestuario.

Raúl y algún otro jugador perdido por ahí se quedaron dentro del campo de juego para saludar a los héroes de esta gesta histórica en el Santiago Bernabeu.

Cuando ya todos los hombres del Madrid se habían ido del campo de juego y un puñado de camisetas amarillas celebraba en medio de la cancha, más de 60 mil pesonas ovacionaron a los vencedores, los responsables de la tristeza de muchos de esos hinchas.

Pero la hidalguía de los simpatizantes del Madrid fue tan grande, que los jugadores del Alcorcón casi dan una vuelta olímpica para agradecer semejante ovación.

La gente del Madrid demostró que sabe perder, que el fútbol es un juego, pese a que algunos para ganar son capaces de envenar un rival y después quieren ensañarles a los chicos que es lo que deben hacer.