Era empate y decepción. Pero de la tristeza de no poder, pasó a la felicidad. Iban 47 minutos del segundo tiempo y el jugador más querido por los hinchas le dio el triunfo. Roberval capitalizó un rebote, se llevó por delante, con fuerza, la pelota sabiendo que no había más tiempo y tuvo el premio mayor. Ese que significó que San Martín le ganara por 1-0 a Independiente Rivadavia de Mendoza en el clásico cuyano de la categoría, para trepar a la tercera posición y quedar en zona de Promoción. Triunfo que costó mucho, porque el Verdinegro equivocó los caminos y no supo cómo romper la línea de 5 defensores que puso la Lepra, que nunca remató al arco, y que terminó pagando por su mezquino planteo.
Aunque pasar de la oscuridad a ver la luz no debe tapar el partido del Verdinegro, que se pareció más al del empate ante Merlo, que el del gran triunfo sobre Chacarita. Porque San Martín tuvo siempre la pelota, pero le faltaron ideas y juego, ya que siempre chocó con la muralla mendocina del fondo. Dado que lo que generó fue más porque el rival se replegó y le dio todos los espacios para esperarlo y apostar a una contra.
El momento de los dos marcó el trámite del juego. Independiente Rivadavia demostró ayer por qué está comprometido con el descenso y San Martín que buscó una identidad que le costó mucho encontrar, porque tuvo altibajos y por momentos se quedó sin libreto. Intentó y se quedó en eso. Tuvo dos opciones netas de Caprari, que increíblemente desperdició.
Tuvo sus mejores pasajes cuando apostó por los laterales, pero la profundidad no apareció. Scatolaro fue el que intentó y por momentos le dio juego. Poggi apareció por izquierda con sus desbordes y Cantero, por el otro sector del medio, fue salida. Hasta ahí buscaba penetrar. Aunque luego los defensores visitantes simplificaban todo por la mala interpretación de la jugada y la pobre definición.
Con Augusto Mainguyague metido entre los centrales, fueron cinco defensores. En el medio fue contener las embestidas verdinegras y adelante nada. Ese fue el planteo de Jorge Ghiso, mezquino, sin intención alguna de jugarle de igual a igual, sino esperar, cuidarse, ya que vino por un punto que le tuvo en el bolsillo y se le escapó.
En definitiva fue premio para el que, con sus limitaciones, más lo buscó. Porque San Martín arrancó el partido en el Hilario Sánchez un tanto dormido. Como esperando lo que proponía el rival mientras buscaba por donde vulnerarlo. Fueron 20′ los que se tomó para empezar a jugar. Puso la pelota al piso y buscó profundidad abriendo la cancha y jugando por las bandas.
A los 23′, Caprari probó al arco y se fue por encima del travesaño. Cinco minutos después le quedó la pelota a Cantero, pero lo atoraron. Luego Caprari la peleó en el área, sacó el remate cruzado, Ayala la tocó y cuando se metía, De Miranda la despejó en la línea.
Era mucho más en cuanto a llegadas el Verdinegro, pero no así en juego porque no podía definir y chocaba contra su impotencia. Y la muestra mayor fue sobre los 45′ tras el centro de Cólzera, que Caprari sólo por el segundo palo, la mandó afuera de cabeza.
Esa racha del "Gato" continuó en el complemento. A los 12′, Scatolaro lo dejó en soledad en el punto del penal, giró, y Ayala le frenó el disparo. La pelota no entraba, Independiente no creaba ni atacaba y por ello Garnero recurrió al banco en busca de un cambio que desde hace rato necesitaba el equipo. Los hinchas pidieron a Roberval y el "Negro" entró sin saber que iba a ser el señalado, porque antes de su grito, a Barreiro (también ingresó) se lo anularon por posición adelantada y cuando la noche se venía y el clásico quedaba sin dueño y con varias incógnitas, el brasileño -de arremetida- en el segundo minuto de descuento le puso luz a la oscuridad para darle el triunfo y seguir con el sueño latente.